miércoles, 10 de abril de 2013

Los Amigos y los Amantes (Parte 2)


Cuando desperté eran alrededor de las once de la mañana. Tenía puestos mis bóxers. Ella estaba a mi lado, durmiendo como una piedra. Tenía el pelo desparramado en su costado. 

Todavía recuerdo cada detalle. Se veía hermosa. Estaba completamente desnuda. La sábana solo le cubría las nalgas y le podía ver su tatuaje en el coxis. Una flor con forma de mariposa con tribales a los lados que yo la ayudé a escoger y se lo hizo conmigo el mismo día que me tatué el nombre de mi madre en el antebrazo derecho. Teníamos 21 años. Su padre le dejó de hablar por dos semanas pero después se le olvidó. Ella ama su tatuaje, pero no le gusta mostrarlo.

Cuando se despertó yo ya me había duchado. Estábamos en la habitación de mi amigo, el dueño de la casa. Probablemente el culpable de todo esto. Aún nadie se había levantado. Excepto nosotros dos.
Nos quedamos viendo por un buen rato sin expresión alguna. Por dentro me moría del miedo al creer que ella pudiera pensar que lo de anoche fue solo un impulso, algo fuera de lugar, lo que suele suceder entre dos personas alcoholizadas. Los pensamientos me hacían mierda. Y ella seguía sin decir nada.

-Llevame a mi casa.- me alcanzó decir con la voz de recién levantada.

-Ok.-le dije sin decir nada más.

Todo el trayecto hacia su casa fue el silencio más incómodo de mi vida. Sentía que me habían cortado la hombría, los huevos pues. ¿Dónde se fue el hombre que ayer se atrevió a besarla y hacerla mujer? Me sentía un marica. Pero realmente no podía decir nada. No quería arruinarlo. No quería perderla.

Quizás ella sentía lo mismo. Al dejarla en su casa el “adiós” estuvo de más. No nos hablamos durante dos semanas y ha sido la peor angustia de mi vida. Ante lo que pudo ser lo mejor que me pudo pasar, no dormía al creer que fue todo lo contrario. Una cagada con desastres de alcances descomunales. Sentía que perdía a mi mejor amiga, a una parte de mí.

Justo antes dos días antes de mi cumpleaños, inesperadamente ella me habló. No me avergüenza decir que ella tiene más pantalones que yo. A su lado siempre fui un cobarde pero no había terminado de ser tan estúpido.

Quedamos de vernos en mi casa para aclarar las cosas y tratar de recuperar nuestra complicidad, nos extrañábamos y ninguno de los dos lo negaba. Pero culpo totalmente a las hormonas. Cuando la veo con sus vestidos me vuelvo más pendejo de lo usual. Me gusta creer que a ella le pasaba lo mismo. Hicimos el amor ahí mismo, en la sala y semidesnudos, de nueva cuenta sin protección en los genitales ni en el corazón. Por primera vez escuchaba venirse a una mujer sin que lo fingiera. Y se me hacía mucho mejor que fuese precisamente ella, la mujer que amaba.

Cuando se terminó de vestir se dejó caer otra vez en el sofá y empezó a llorar. Sabía lo que me iba a decir, casi podía leer su mente y adivinar sus palabras. Realmente no la quería escuchar pero fue necesario.

-¿Qué va a pasar con mi novio? Esto está mal…-me dijo como si realmente le preocupara.

-Pensé que ya habías terminado con él.- le dije sarcásticamente pero sin esconder mis celos.

-No es fácil…- me dijo mientras se ponía en pie y me daba un beso. – pero no te quiero perder.

Esas palabras bastaron para decirle aunque fuese de mala gana que su novio no era un problema para mí. Le dije que se tomara su tiempo y que algún día sabría tomar la mejor decisión. Le mentí sobre lo que en realidad sentía pero de alguna manera sabía que ella no me elegiría a mí. Me puse la camisa de amante furtivo, tan inocente como pendejo, pero supongo que así nos comportamos los hombres cuando perdemos la cabeza por una mujer y ella valía eso y mucho más.

Nos sumergimos en una pasión absoluta. Donde no reinaban nada más que las risas, el buen sexo y largas conversaciones sobre Mel y Micheletti, los católicos y los evangelios, los condones y el puro pelo, de los abogados y los santos. Casi nunca estábamos de acuerdo en algo. Pero en el fondo sé que ella siempre tenía la razón pues ella ha leído más que yo.

Mi placer total era verla cocinar el desayuno para mí. Las mañanas eran lo mejor del día. Después de tomar el último sorbo del jugo de sandía que ella misma preparaba, nos íbamos a mi cuarto, o al baño, a la sala o en la misma cocina para tener relaciones hasta el cansancio. Era como una deliciosa rutina que parecía no tener fin.

Las noches eran del otro man. Aunque a decir verdad era yo “el otro”, pero por ratos lo olvidaba. Conmigo pasaba más tiempo y sé que con él no tenía tanta intimidad como la tenía conmigo. Nunca se lo pregunté a ella por respeto, pero lo presentía. Esos fueron tiempos felices e infelices por ratos.

Pero para desgracia de los románticos y fortuna de los malvados, todo lo bueno algún día simplemente deja de existir… íbamos en mi carro a toda velocidad por el anillo periférico, cuando era más joven mi único hobbie en el mundo era competir en carreras y andar vagando en todos lados con mi carro, haciendo pintas, siempre con mi cómplice, por supuesto, quien me acompañaba a casi todos los eventos. Pero los años, mi carrera y las angustias de mi madre me obligaron a dejar a un lado ese costoso y suicida pasatiempo.

Fue un viernes en la madrugada, veníamos de bailar, de su lugar favorito. Creo que íbamos a 160 Km/h, hacía mucho que no corría así y sentía la adrenalina otra vez por mis venas. Ella se agarraba fuerte de mi pierna y cerraba los ojos pero con mis burlas se hacía la valiente y trataba de ocultar su preocupación. Nos estacionamos en una gasolinera, entré a comprar un six y cuando regresé la encontré hablando por teléfono, estaba alterada y con los ojos llorosos…  se llevó el dedo índice a los labios en señal de que no hiciera bulla y tenía esa mirada angustiosa… y sí, no pensaron mal, era con ese semejante hijo de la gran puta que estaba discutiendo.

Me salí otra vez del carro y me subí en el techo del mismo. Empecé a tomarme las cervezas como si fueran nada mientras escuchaba como le mentía a su novio. El oficial. El que le hace el amor legalmente. La escuché decirle “te amo” dos veces y mi poco conciencia y amor propio me recordaban el lugar que tengo, el que yo mismo me di. Al poco rato ella dejó de hablar y las cervezas se deslizaron por mi garganta como una corriente, entonces fui a comprar otro six, quería agarrar valor para mandar todo a la mierda junto con ella.

CONTINUARÁ….

15 comentarios:

  1. Excepcional... ¡Te admiro! :) 10/10

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. buenisimo suba la otra parte estoy ansiosa por saber el fin, me parece estar escuchando la historia de un par de amigos, es excelente escritora la felicito

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  4. Para cuando la otra parte???! :O

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  5. Esto está buenisimo, espero no olvidarme de leer la tercera parte... Sigue así.

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  6. que buena historia felicidades :) espero con ancias la siguiente parte

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  7. Excelent te felicito creeme q me senti el tipo q se tomaba las cervezas...

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  8. cuando va a ser la publicación de la tercera parte?

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  9. Exceltente. Tiene Realidad, Amistad, Amor, Mentira, Hormonas...de todo...y el don de saber transportar a tus lectores. Me gustó.

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  10. MUCHAS GRACIAS A TODOS, LA TERCERA PARTE YA ESTÁ ESCRITA, DENTRO DE POCO LA PUBLICO

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  11. Muy buena, como dice crizz504, usted tiene Don de transportar al lector, y mas cuando se trata de una historia hondureña, y un tema que quizás nos ha pasado a muchos.
    Y la verdad espero la tercera parte con ansias.

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