viernes, 18 de enero de 2013

La que se llama "Soledad"


 Son casi las tres de la tarde. Cualquier habitante de este vehemente pueblo se imaginaría un sol intimidante a esta hora. Los cierto es que hace un clima tan loco como perfecto. Está mayormente nublado, por ratos sale el sol bien tímido y una leve llovizna que refresca hasta los pensamientos más ardientes.

No quiero sonar como esas personas que hablan del clima porque no tienen nada que hablar, pero tengo que hacer una alusión a tal regalo de la Naturaleza que no se presenta muy a menudo. No sé por qué tengo la sensación de estar escribiendo como una poeta frustrada.

Estoy sentada en el corredor de mi casa, alimentando a un conejillo de indias que no sé si será hembra o macho pero por nombrarle le pusieron Mr. Kipling… el animalito no molesta más que por comida y para que lo saquen de la jaula de vez en cuando, le gusta que le soben su pelo largo y sedoso, se queda dormido como un gato cuando lo acarician. Este conejillo me recuerda a un entrañable amigo… en fin, este peludo (la mascota) es mi única compañía. Mi absoluta e irrevocable compañía. No sé para quien será más triste, si para él de tenerme a mí, que nunca le hablo bonito, o el para mí, que no habla ni siquiera para insultarme.

He llegado a la conclusión de que todo ser con complejo de artista, le obsesiona hablar de la soledad. Habla tanto de ella como si fuera el yin y el yang de las emociones, por ratos es tu mejor amiga, por otros tantos, se convierte en tu peor pesadilla. Y no es mi intención hablar mal o bien de ella, porque no terminaría de describirla, porque al final no llegaría a nada. Para mí es solo una prima lejana, que me visita casi a diario, pero ya estoy harta de verla.

Porque la soledad no es solo parecer patética estando alimentando a un animal que ni sabe quién soy, ni entiende lo que le digo, solo se deja llevar por los instintos, pero… ¿y no somos así todos? Animales cuya razón sale a brillar solo cuando le conviene. A mí no me ha convenido todavía.

Este mes lo empecé con una especie de energía que me gusta. Me dan ganas de correr y corro media hora. Me pongo a bailar como loca en mi cuarto, salsas y merengues viejitos, pero con lo más nuevo de Riahanna o Ciara, dependiendo mi humor. Y después mi cuerpo aunque adolorido, lo agradece, pero mi mente lo reciente. Y me encierro en una burbuja en la que ni yo me siento cómoda. Y mi familia me dice que me extraña. Pero dentro de mi incomodidad me siento bien.

He comido todo lo que he querido, no me interesa hacer dieta ni de privarme de cualquier antojo, excepto los sexuales. Estoy bien, portándome bien, aunque otros los miren mal, (so sorry), no me guardo para nadie, aunque tal vez sí. Pero me doy el lujo de rechazar a ese por el que años atrás daba la vida por un besito suyo. Cuando te dicen que la vida, da muchas vueltas, creelo... 

Sé muy bien que la televisión, los antojos, los dulces, el ice cream y el vino algún día se acaban, o lo que es peor, abundan, pero empezarán a ser dañinos, así que por mientras los disfruto un rato. Siento que algo muy bueno está por venir. Y digo bueno, porque siento que lo peor ha pasado ya. En seis días cumpliré otro año, un año más, “otro que nos cae”, dice mi tia-abuela y yo sigo sin aprender de la vida. Solo voy acumulando vivencias, escribiéndolas para que las lea sabe quién.

Tratando día a día de llevarme mejor con esta maldi-bendita de mil putas que le dicen SOLEDAD.

jueves, 3 de enero de 2013

Te amé con todo mi sexo.


Nunca me pregunté hasta hoy si alguna vez te has cuestionado si de verdad te amé. A estas alturas dudo que a los dos nos importe. Pero cuando sentía la duda siempre te preguntaba y tu respuesta era la misma: “bien sabés que sí”. Pero en realidad no tenía la certeza, será porque yo tampoco supe si en realidad te amé como la gente normal dice que ama. ¿Cómo te amé? ¿Con el alma?

Te acordás la primera vez que te besé, no fue en el carro como vos creés. Fue saliendo de aquel bar que tiene el nombre de una fruta. Me pediste un beso y no lo pensé dos veces. En realidad me sentí obligada, te portaste muy bien conmigo y ese día te mirabas bien, aunque te confieso que el vodka siempre ayuda a los menos agraciados (no es tu caso, amor). Esa noche, nos besamos toda la noche ante la mirada de los curiosos y chismosos. A la mañana siguiente me arrepentí y ni te quería contestar los mensajes. Creo que ya empezabas a notar mi locura.

Pasó poco tiempo para que me convencieras. Fue un 19 de abril, te dije que sí teniendo en mi mente la imagen de alguien más. Te dije sí, porque no sabía a lo que me metía. Te dije sí porque creí serías de esos amores chiquitos que nunca llegan a cuajar. Pues bien, ahora desconfío de mi intuición.

Pero no acepté ser tu novia por despecho. En realidad me gustabas. Te miraba tan parecido a mi forma de ser que me asustaba. Te entiendo muy bien cuando me decís: “nunca creí llegar a tanto con vos”, contrario de ofenderme, me alivia… no fui la única pendeja aquí.

No me gusta recordar esos atracos en tu carro cuando me venías a dejar a mi casa, no me gusta porque por ese momento se me olvida todo lo demás y quiero repetir ese momento… He besado a otros que están más buenos que vos. He tocado cuerpos más atléticos que el tuyo, pero ninguno me había dado tanta calor como el tuyo. Y no es un halago, solo soy yo siendo honesta.

Ha pasado mucho tiempo. El tiempo suficiente para confesarte que nunca pude perderme en tus ojos. Para decirlo de una manera menos cursi; nunca me dejaste babeando. Nunca me impresionó tu retórica, incluso yo soy mejor usando las palabras. Nunca fue tu cerebro. Fue tu cuerpo. Más bien fueron tus manos en complicidad de tu boca. Llegué a conocer cada rincón de tu cuerpo y ante su imperfección me parecía tan hermoso. Me aprendí hasta las fisuras de tu lengua.

Me acuerdo que hablábamos mucho, pero en realidad no decíamos nada. Quienes mejor se comunicaban eran nuestros cuerpos. Ellos solos arreglaban cualquier problema. Incluso los graves. Te enojabas cuando te decía que nuestra relación se basó en lo físico más que en lo químico. Me decías que para tener sexo se puede buscar a cualquiera, que entendiera la diferencia entre hacer el amor y coger con alguien. ¿Ya sabés la diferencia? Y supongo que tenés razón, pero desde que descubrí que el placer es la felicidad de un momento y que el amor se fija más en otras cosas, para mí el sexo pasó a ser muy importante, y empecé a disfrazar la pasión con el amor, y al final: nos jodimos.

Un buen amigo mío que no conoces me dijo una vez que cuando te acuestas con alguien, le dejas una parte de tu alma a esa persona, me parece lógico que lo diga él, pues es un cristiano empedernido y creyente de la castidad. Me pregunto, amor, a cuantas le has dejado los pedacitos de tu alma, quizás eso explica por qué a veces siento que sos un desalmado irreparable. Y como siempre me señalás y proyectas tus pecados en mí, en primer lugar yo nunca he negado que me equivoqué y tampoco me enorgullezco por las veces que te engañé con otro. Y tampoco te voy a decir si fue con él o con aquél, me divierte la idea que te lo imagines…

Y ya ni que hablar de los dolores, no vale la pena recordar lo que duele, sin embargo ahorita te estoy recordando, precisamente porque siento que te estoy olvidando. Aunque en mi huida a veces parezca que me refugio en tu persona y vuelvo a ser vulnerable.

Muy lejos de gustarme, me dejó tan pensativa y avergonzada cuando un mañana que amanecí a tu lado, te empecé a besar el cuello y me dijiste “lujuriosa”, con una cara más de encanto que reclamo. En ese momento sentí que algo estaba vacío. Porque no fueron esas noches, esas mañanas que tanto disfruté, ni ese “te amo” cuando estabas encima de mí. En realidad fueron las pocas veces que me hiciste reír de verdad que me hicieron quererte, pero en mis grandes dudas está la manera de como empecé a amarte.

Echarle la culpa a la pasión ya no sirve de nada, estoy segura que fueron nuestras pendejadas, más las tuyas eso sí. Pero ya pasó, de hecho ya hace tiempo pasó. Pero si en algún momento, como estuvo a punto de pasar recientemente, algún día esa llama de esa pasión desenfrenada surge dejando a un lado el cariño, te suplico que te acordés de las cosas feas que te hice, las que fueron reales, las que te imaginas y las que te cuenta la gente. Que yo bien me acuerdo (o al menos lo intento) de todas las cosas que vi sin que me las contara nadie. Que pensés bien si vale la pena amarnos otra vez de esa manera, y si vale la pena hacernos mierda otra vez..

No te digo “adiós”, ni “nunca jamás”, “te odio pendejo,” “te extraño pendejo”, “te necesito”, “te deseo”. Ya no te digo nada desde ayer. Creo que estoy aburrida mi amor. Creo que necesito sentir amor otra vez, de alguien más… un amor más real e igual de apasionado.

Ya entendí que no podemos ser amigos y entiendo por qué. Tus celos y mi locura me lo han dejado claro. Que a veces pienso que amarnos con la entrepierna fue peor que querernos como dicen los cursis: con el corazón… porque eso jamás saldrá de mi boca, tendrían que hacerte un trasplante de cerebro, porque de amarte, claro que te amé… te amé con todo mi sexo.

miércoles, 2 de enero de 2013

Promesas del año viejo ....


Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que escribí. Me he guardado como se guarda un casto hasta el matrimonio para escribir la conclusión de una etapa que llegó a su fin. No he escrito y no me gusta eso, es la primera gran promesa que rompí este año.

He concluido mis estudios. Hasta pronto querida universidad. -Espero no extrañarte tanto-. Ahora viene lo bueno y la parte más difícil de la vida. Mantenerse por sí solo y formar parte de la creciente tasa de asalariados inconformes o desempleados felices. Una promesa no tan divertida de cumplir.

Otro año más que termina y sucede como un correteo de avestruz. Será que uno entre más viejo más rápido siente que pasa el tiempo… y como supuse, no podríamos tener tanta suerte y el mundo no se acabó. Ni los mayas sabían cumplir sus promesas. No me siento tan mal.

Han sido días difíciles pero los he disfrutado mucho. El dolor y el placer tienen la misma dosis de intensidad. Perdí un amor, perdí un amigo, perdí un hermano, perdí la inspiración… y todavía no sé si podré algún día recuperar alguno. Yo espero que sí, pero mejor no ilusiono y no espero nada. Mis expectativas en cuanto al amor y vida personal se fueron por el excusado este año si es que no me captaron.

Y no me gusta mucho recordar mis errores aunque a veces sea necesario para no cometerlos otra vez. Pero es que hay errores tan hermosos que hasta el propio corazón que todo lo siente nos justifica y se sacrifica, solo por darnos el gusto un momento. Y cuando te das cuenta que hay errores nuevos y más atractivos, te olvidas de los viejos y le decís a tu corazón: no seas pendejo, ahora te voy a dar una razón más fuerte para que llorés, pero también gocés…

¿Qué he aprendido de la vida? Pues no sé, no me pregunten que apenas cumpliré 22 años. Pero nadie me puede decir cómo vivirla. He conocido el dolor, de ese que es inexplicable y que siempre está allí en algún rinconcito. He conocido el amor, que aunque jodido, me ha dado momentos de felicidad y adrenalina que ninguna otra droga podría darme. He conocido el valor de la amistad y he aprendido que todo tiene fecha de caducidad. Que la frase, “te amaré por siempre” la inventó un poeta a quien no le habían roto el corazón.

Este año hice poco ejercicio. Besé pocos labios. Leí poco. Comí mucho. Reí mucho. Bailé mucho. Me emborraché mucho. Lloré demasiado. Soñé muy poco… pero no quiero manejar mi vida midiendo cantidades. Yo mido mis intensidades, porque así soy de atolondrada, excesivamente feliz, excesivamente triste. Nada a medias. Si algo es a la mitad, no vale la pena.

Algo raro pasa conmigo, que como mucho, cualquier cantidad de chatarra y no engordo tanto. Al final el cuerpo saca factura, pero confieso que me aprovecho del asunto. Quizás después si tenga que cuidarme más. Pero por ahora, dentro de mis deseos no está hacer dieta, aquí no hay promesa que valga.

No es porque sea año nuevo pero tengo esta especie de sensación de renovar ciertas cosas de mi vida sin dejar de ser yo misma. En tan poco he aprendido duras lecciones y quiero sacarle provecho a lo que me costó aprender con lágrimas y con risas. Quiero hacer tantas cosas y por momentos siento la energía de un meteorito en mis venas. Por otros ratos soy la misma maniática depresiva que no quiere verle el cacho a nadie. 

No me gusta hacer promesas, no es mi intención hacer promesas. Las personas que he amado y en las que he confiado me enseñaron que no existen, aunque en el momento que se dicen, son sinceras y con todo el amor y honestidad que existe, al final siempre te van a fallar, al final siempre te joden, y si no la hacen… me gustaría conocer a esa persona, porque seguramente no es un terrícola.