martes, 19 de julio de 2011

Estoy saliendo con un Cavernícola:..



Han pasado muchísimas cosas, de unas me acuerdo, las otras me las he inventado, y la mayoría –estoy segura- las he olvidado.

Mi propósito nunca fue utilizar este blog para publicar el drama y la comedia  en que consiste mi vida, lo privado está donde debe de estar, aunque se cuelan verdades de vez en cuando en lo que escribo, me da un profundo alivio que no todos comprenderán lo que mis palabras quisieron gritar…

Tampoco estoy en esa mala racha que todo amante de la pluma sufre cuando le llega la terrible escasez de palabras, justo cuando ha consumido demasiados pensamientos y ha malgastado los sentimientos.
No tengo mis dedos ásperos, tengo intactos mis deseos, es solo que a veces mi egoísmo me hace levitar sobre el suelo…

¡Regresa a mí, bulimia literaria!
Ok. Estoy saliendo con un cavernícola, tiene una cabeza, dos grandes manos, pequeños ojos, camina medio erecto, tiene un ego un poco torcido, unos labios bastante comestibles, a veces se le asoma su buen corazón y otras tantas su mal humor.

Si le digo “cavernícola” no es para insultarlo para eso servirían otros términos más apropiados, solo quiero entender un poco la forma en que encaja en mi vida y si me atrevo a llamarlo así es porque sé que jamás leerá este post y si lo hace pues… -¡hola amor! :D

Subestimé tanto al hombre de las cavernas…
Horas atrás estaba estancada en el mundo de la profundidad y la fantasía, buscaba la complejidad casi por obsesión, llamalo vanidad o estupidez, pero la idea de buscar superioridad y perfección se volvió un estilo de vida…demencia absoluta.

Mi hombre perfecto se convirtió en una bestia, aquel ser culto que más que admirar lo idolatré hasta que me idioticé… ahora lo llevo por siempre dentro de mí como una lección de vida, como la camiseta de mensaje positivo con esencia de sermón.

Apareció este nuevo ser, tan sencillo, tan erróneo y terrenal que de ser celestial solo lo tiene su irónico nombre.
Fue tan fácil atraerlo, cual si fuese una presa, tan pronto pasó todo y ni cuenta me dí cuando se convirtió él en el cazador.
Conocí la otra forma del amor, al principio no lo reconocí pero lo asumí, comprendí que no es a la persona a quien amamos sino la idea del amor que esa persona nos hace crear, no es que surgió un sentimiento, si siempre estuvo ahí, solo despertó lo que ni yo sabía que estaba dormido.

Me encanta la complejidad, me encantan los retos, los hombres bohemios, los borrachos los panzones y los mentirosos, por estas tres últimas cosas es que me gusta mi adorado cavernícola.

No es un alma atormentada y es de esos que entre menos saben menos sufren, pero cuanto me ha enseñado de mi misma, no me habla de historia política, no me da lecciones de  trova o poesía, son simplemente las cosas sencillas de la vida.

Espero que no leas esto jamás mi Pedro Picapiedra

domingo, 3 de julio de 2011

El poeta Félix...

A Félix.

Pues bien haciendo honor a mi ilustre locura, a mi fastuosa intuición y mi necia pasión, intentaré dedicarle una vanidosa prosa al hombre de las barbas arcaicas, de las añoranzas, y de los ojos marchitos, aquel que nació en una tierra vanidosa y rebelde, aquella que le regaló una inspiración para admirar su indeleble belleza.

En la sombra de un caoba quedó tu infancia mutada, allá en la frondosidad de tus tierras preciosas quedaron tus primeros amores, dolores y argumentos. ¿En qué momento decidiste ser trovador, qué cosa extraña te llevó a la abnegación de concebir palabras con dolor… quién te maldijo con esta bendición?


Imagino tus rodillas plantadas en la tierra roja mojada por tus lágrimas, además de la copiosa lluvia, solo te acompañan la rabia disuelta con la melancolía. Enterraste pedacitos de tu alma y con suficiente inocencia, imploraste como un siervo pidiendo al cielo una absurda venganza.


Con el pasar de los años y rencores más agudos las hojas de tu árbol se llenaron de frutas podridas, tantos cuerpos en tu cama y aún seguía vacía. Tantos labios figuraste en tu mente que has olvidado las miradas. El veneno que sació tu sed por minutos te sumergió en un dilema profundo.


La poesía, el desenfreno y el miedo te llevaron a lugares insospechados…, y por esas pequeñas cosas de la vida, algún ángel misterioso te regresó a la vida con aquella flor que apreció de la nada. Te regaló una nueva musa, te mostró el valor de lo abstracto, te enseñó el sacramento de la ternura, a lidiar con tu locura… te hizo el hombre que ahora sos.


Y con la nueva doctrina profesaste, alabaste y suplicaste a un solo Dios: el amor! cayendo en el sueño profundo de la vida, esperando con sigilosa paciencia el regreso de tu amada y aún llorando en sordo silencio en tu almohada.



Por: Lizbeth Guerrero