miércoles, 25 de abril de 2012

¡Cuidado con esa CHURNIA!




Hay mujeres que se enamoran de una sonrisa bonita, de un cuerpo atlético, brazos y piernas de roca, de unos ojos grandes y coquetos, otras cuantas se enamoran de la palabrería, de los cuentos de amor, de Bella y Edward Cullen y toda la trilogía horrible de Crepúsculo. También hay mujeres (muy pocas) que se enamoran de los buenos tratos por parte de un hombre, de los detalles, de la sinceridad que mucho exigimos y poco valoramos.

Pero no hay que olvidar a otras “especiales” mujeres que nunca creyeron en blanca nieves ni el amor verdadero, se trata de esas mujeres que jamás soñaron con Ken el novio de Barbie sino con todo lo que tenía la muñeca de piernas largas, joyas, ropa, carro deportivo, la casa de sus sueños, en fin son esas que la palabra “amor” está camuflada en su cerebro por “dinero”.

Si todavía no estamos muy claros con respecto a estas mujeres a las cuales les escriben hasta novelas, guiones de cine y todo el mundo las adora no sé realmente por qué, pero en fin supongamos que hay una tipa, que está muy guapa (por lo general son bonitas las desgraciadas), siempre soñó en grande, pero no está dispuesta esforzarse de más trabajando como lo hacen los “tontos”, no, ella quiere lucrarse a costillas de los demás… he aquí el pequeñísimo detalle.

No encuentro nada de malo que una mujer sepa lo que quiere y sea ambiciosa en la vida, creo que es un derecho que cada quien tiene y es muy admirable quienes lo logran y mucho más cuando han empezado de cero y vienen de abajo, utilizando muy bien la inteligencia con el conocimiento que te da la vida y la academia, cada vez hay más oportunidades para crecer, aunque no sea nada fácil lograrlo.

Ahora mi problema no es con las mujeres luchadoras, sino con esas trepadoras que se especializan en exprimirles la cartera a los hombres (a los que se dejan), sin importarles poco si les atrae, mucho menos si sienten cariño, la mayor razón para seducirlo será su carrazo del año, su mansión de lujo, el gran crédito en sus tarjetas, las miles de millas por viajar a Europa entre otras cosas que cualquiera soñaría y que sola esas arpías muy bien dotadas pueden conseguir de gratis siempre y cuando haya un pendejo dispuesto a dejarse engañar.

Pero sin irnos a las nubes y a los extremos, también están esas rameras en potencia, y no me refiero a las prostitutas que venden su cuerpo, si bien es cierto es una actividad algo parecida, al menos las trabajadoras comerciales del sexo lo hacen para sobrevivir, en cambio a las que me refiero yo, si lo hacen para obtener un beneficio económico pero consiguiéndolo a través del engaño, por medio de sus encantos y sus tácticas de típica churnia.

No pretendía ser grosera pero realmente es algo que me indigna, mucho más ver a un hombre ya casado y embobado por otra mujer que no es su esposa y lo que él cree es un milagro del cielo porque una mujer de medidas ideales se fijó en él, no será más que el camino más perfecto hacia su desgracia, desatendiendo a su familia por complacer los gustos de una desconocida que quizás ni siquiera le ama… Es en este tipo de situaciones en los que uno insulta la muy cuestionada inteligencia de los hombres, se dejan impresionar por un buen culo, descuidan las cosas importantes de la vida y no me refiero tanto al dinero.

Tampoco me quiero adentrar en ese complejo mundo de las relaciones interpersonales, los amantes, los esposos, los novios, no es preciso generalizar en un mundo donde hay de todo y ya no se sabe lo que es bueno o es malo, es más, creo que es muy válido (aunque en el fondo cause lástima) ver a un pendejo darle todo a una mujer (y cuando digo todo me refiero a todo) con tal de no apartarla de su lado y tener a alguien con quien compartir la soledad de los domingos, es una alegría de cartón, es el gran chiste que nos cuenta 
Hollywood, que el dinero compra el amor y la felicidad.

Es bonito cuando un hombre se esmera con una mujer, demostrándole interés, invitándola a comer, hacerle regalos bonitos, llevarla a pasear de vez en cuando, pero de esto en mantener a una mujer es muy distinto, con esto no me refiero a las amas de casa que no trabajan en una oficina pero trabajan más que cualquier hombre lidiando con los hijos y la terrible rutina de una casa, me refiero a que las mujeres somos mucho más competentes y astutas que un hombre, y no por eso hay que usarlo en su contra, al contrario, creo que no hay nada más respetable que una mujer que logra fortuna a través de su esfuerzo y dedicación. 

No hay cosa más admirable que ver a una mujer que no precisa de un hombre para tener todo lo que siempre soñó en cuanto a lo material y que nadie la señale porque se lo ha ganada sin el sudor de su frente.

Y es que me doy cuenta de algo muy triste que pasa con algunos amigos del género masculino, cuando tienen más poder económico que una mujer creen que pueden hacer literalmente lo que sea… tener diez mujeres si las cuentas en el banco lo permiten… esto solo denota una cosa: lástima hacia ese tipo que cree que con el dinero puede conseguir mujeres… si no está de más decir que a una buena mujer, de esas que son de verdad, no se les conquista con cualquier cosa menos el dinero, esa labor se las dejamos a las churnias finas.

Yo conozco a varias que deambulan por ahí, no son las del Obelisco ni sus colegas del Honduras Maya, son esas mujeres idiotas que dejan a un lado al que quizás sea el amor de su vida por otro hombre que le puede dar un “futuro mejor” sin tomar en cuenta que encontrar un buen amor es como ganarse la lotería aunque vivas en una choza.

Entonces, mi recomendación para los hombres, que no sean tan pendejos y pido disculpas por decir tanto esa palabra, pero no encuentro otra mejor; NO SEAN P…. TONTOS! Fíjense más en la capacidad de amar de una mujer y no en sus virtudes físicas, eso es efímero, el cerebro es la parte más atractiva de cualquier ser humano y MUJERES no nos menospreciemos al creer que solo siendo bonitas un hombre se fijará en nosotras y peor aún, creer que podemos aprovecharnos de eso para obtener cosas materiales.

Aun sabiendo que el amor se paga con dolor, creo que es y será la razón más importante en cada persona para hacer cualquier locura, el dinero claro que es indispensable para vivir pero no es la felicidad enterna, si así lo fuese, me propondría conquistar a Carlos Slim o a Bill Gates y convertirme en la mujer más feliz de la tierra, pero ya dejando a un lado esa estúpida suposición, me dispongo a que me sigan rompiendo el corazón, tal vez así le pego la Loto, tal vez encuentro al amor de mi vida y me vuelvo una arpía afortunada, pero el amor, el amorshh siempre es y será number one. Soy una churnia del amor…y me siento orgullosa por eso.

domingo, 15 de abril de 2012

LA PRIMERA VEZ



Antes quisiera agradecer de buena manera a los que creyeron que este post hablaría sobre sexo, en efecto lo es. Sin embargo, cabe aclarar que no se trata de una historia personal aunque no tendría pena en admitirlo, pues a veces mi honestidad es más grande que cualquier pudor, pero en este caso, este post es más bien como un amasijo de historias que me han contado, que he visto y otras que me imagino. Todo en una sola... Porque todos habremos de pasar por lo mismo, porque siempre habrá una primera vez que recordar… o que lamentar.

Isabel a sus 17 años se siente lista para perder su virginidad con el que cree es el amor de su vida: Javier, el chico de la universidad, alto, fornido, piel clara y cejudo. Todas se mueren por él. Pero nadie lo mira como ella, nadie lo ama tanto como ella… y es un gran logro que él se haya fijado en ella

Totalmente convencida de su amor, acepta tener sexo con él. Como si fuera cualquier proposición, como ir al cine o ir a pasear. Isabel quiere saber lo que es amar. Quiere “sentirse mujer”.
Decidida y con el cuerpo lleno de calentura y adrenalina, llega a casa y lo primero que hace es llamarle a su amiga más experimentada para pedirle consejos, es Julia, la que todos tachan de puta pero en el fondo, todos admiran también.

-Tenés que depilarte bien, sobre todo “ahí”. No se te olvide oler bien rico para que no hable mal de vos. Ponete un hilo, cuidadito te ponés un calzón de maripositas que le matás la pasión. Ahh y ¿ya sabés lo que tenés que hacer, verdad? – le pregunta Julia

-No sé nada, por eso te estoy pidiendo ayuda… - le responde Isabel.

-Ok, mira porno y aprende bien como se mueven, es casi como perrear solo que sin ropa, y si no sabes bailar ya te jodiste.- le dice Julia riéndose.

No tan convencida de los consejos de su “amiga”, Isabel busca en el Internet pornografía, siente vergüenza consigo misma, no sabe como se hace el sexo pero se imagina que no debe ser tan difícil. Se rinde con el porno y se queda tirada en la cama.

Hundida en sus pensamientos empieza a imaginar a Javier y sus besos, en la primera vez que le tocó sus pechos y cuando quiso ir más al Sur pero su pudor no lo dejó. Pensó en la primera vez que sintió deseo de estar con alguien, en como se lo imaginaba entre sus sábanas, en como descubrió el arte de masturbarse y sentir ese placer inexplicable. Pensó en que ya era hora de ser mujer y de ser igual que sus amigas.

Con aire de euforia y excitación se para de la cama, se desnuda frente al espejo y mira su cuerpo, le gusta lo que ve aunque le acomplejan sus senos pequeños pero no se abruma. Se mete al baño y se dispone a seguir las directrices de la atrevida Julia.

Son las 7:30 de la noche, y Javier está por llegar a su casa. El plan es decirle a papá y mamá que hay una buena película en el cine y no tiene idea de cuánto dura la función. Plan exitoso. Isabel se siente un genio y la peor de las mentirosas pero en esos momentos poco le importa.

Es casi la hora pero su impuntual novio aún no llega. Timbra su celular es un nuevo mensaje y corre a leerlo. No es Javier, es Julia dándole las últimas instrucciones: “No se te olvide la mentita, un protector por si ese salvaje te hace sangrar, porque te tengo noticas amiguis, eso te va a doler hasta el… así que relajada, despacito y suave. Concentrada y pensá en cosas bonitas. Acordate que los hombres son unos salvajes y tu novio no es distinto a los demás o al menos eso me han contado… si ocupas saber algo más me escribís. ¡Suerte! Ah! Otra cosa: NO uses condón, duele más… bye bye.

Isabel entre confundida y consternada no contesta el mensaje pero asume que todo saldrá bien. Afuera suena el motor del carro de Javier, al fin llegó. Es la hora de la verdad.

Al encuentro Javier ataca a Isabel con un beso apasionado, como quien dice, está tanteando el terreno, Isabel responde al beso pero su nerviosismo es evidente, su corazón latiendo a mil por hora y sus manos sudadas fueron la mejor evidencia. Siente miedo y su cabeza de pronto se llena de dudas.

¿Será el indicado? ¿Y si este cabrón cambia conmigo por esto? ¿Y si no le gusta como soy en la cama? ¿Y si me deja de querer mañana? Esas entre otras mil preguntas se hizo Isabel mientras miraba la carretera, se dirigían al motel más cercano. Observaba al pillo de su novio que iba con una sonrisota de payaso de circo, mientras ella pareciera que iba como un chanchito al matadero.

Y el momento por fin llego. Están los dos tirados en la cama aunque con ropa. Javier se entretenía acariciando el cuerpo tembloroso de Isabel, en cada beso intentaba desabrocharle el jean pero ella se resistía un poco: “más despacio” le decía Isabel mientras observaba la mirada lujuriosa de su novio que parecía tan maravillado como un aventurero explorando tierras nuevas.

Y entre un “no quiero” y “me encanta” quedaron los dos desnudos. Isabel no podía evitar sonrojarse pues ningún hombre la había visto desnuda, nadie había tocado antes su sexo. A nadie se había entregado antes con tanto amor.

Por otro lado Javier tenía la mirada extasiada como si estuviera a punto de comerse un manjar. Por un momento los dos parecían fluir al mismo ritmo, la pasión era más fuerte que cualquier pudor, pero Isabel se ponía en alerta cada vez que Javier intentaba abrirle las piernas cual si fuesen un libro.

 -Tengo miedo… -le dice Isabel mientras lo detiene con sus manos.

-¿Miedo por qué? Si yo te amo, no estamos haciendo algo malo. Nada va a cambiar al contrario seremos más felices, sos la mujer de mi vida, con la que quiero estar. –esas y otras falacias le decía Javier con esa dulzura que Isabel adoraba.

Isabel se dejó penetrar. Sintió una gran presión y le pidió a su enamorado que lo hiciese más suave. Pareciera que Javier sabía exactamente lo que tenía que hacer. Isabel sentía todo menos placer. Sentía una especie de ardor y dolor. Pensó en el mensaje de Julia y en la veracidad de su advertencia. Javier disfrutaba como un niño en dulcería, le importaba poco los gestos de dolor de su novia, solo pensaba en él, en su otro yo y en lo bien que la estaban pasando. Hasta que por fin terminó. Isabel sintió un alivio. Se paró de la cama y se metió al baño. Nuevamente corroboró las palabras de su amiga.

En el camino de regreso Javier parecía distante, como transformado, se miraba cansado pero con un aire de triunfador. Mientras que Isabel lo buscaba con la mirada. Se sentía extraña. Ya no se sentía igual.
Al llegar a casa no quiso ver a su mamá a los ojos, temió que descubriera lo que pasaba. Quizás lo descubriría en su forma de caminar o en sus ojos. Que su pequeña hija, la bien cuidadita ya no era más una niña sino toda una mujer... que acaba de perder la virginidad en un motel.

Ese día no pudo dormir, sentía escalofríos, sentía todavía un poco de ardor, un poco confundida y más enamorada. Un tanto emocionada porque por fin les contaría a sus amigas con lujo de detalle como fue su primera vez con el hombre de sus sueños…

Lo que no se imaginó Isabel es que en efecto, Javier no seria ese hombre ideal que la mantendría en el cuento de hadas constante. Quién iba a decir que ese hombre al cual le entregó su inocencia sería también quien la lastimara y le arrebatara también la inocencia más importante: la de confiar ciegamente por amor.

Ahora Isabel es una mujer. Una mujer que ya no cree en príncipes azules, que ya no se entrega tan fácil, es como una flor espinosa que no deja pasar a cualquiera. Una mujer que en el fondo sigue siendo aquella adolescente ingenua pero que ya no ocupa consejos de una promiscua, solo espera a alguien que la haga cambiar de opinión, alguien que le demuestre que hay algo más placentero que el sexo, alguien que le enseñe a hacer el amor.

domingo, 8 de abril de 2012

Síndrome del corazón roto.


Soy yo hace un año, dejándome envolver en sus besos. Olvidando fugazmente al abogado malvado. Soy yo sintiendo el gusto a las cervezas. Saliendo a los bares. Tomada de su mano. Algo mareada y con ganas. Con mi sonrisa, su sonrisa, sus grandes manos, mi pelo desparramado en su pecho. Mis labios mordidos. Las miradas ardientes. Las rancheras. El vodka. Alguien que lloraba a lo lejos.

Era él y sus celos tempranos, era yo con mis vestidos cortos, mis coqueteos, su enojo y mi diversión. Era mi mano en su pierna. Su boca en mi cuello. Era la pasión, los cuerpos sudados, timbre, música, aire. Las llamadas hasta el amanecer. Las mentiras para llegar tarde. Era la lambada. Era la felicidad en boomerang. Somos los dos construyendo recuerdos. 

Fue la noticia. Él está asustado, yo sorprendida. Una nueva vida germina, alguien sigue llorando, esta vez más cerca. Soy yo con los ojos expandidos, es él diciéndome que todo estará bien. Descubro que lo quiero. Y me da miedo el futuro. Él no me deja ir. Decido quedarme, decido apoyarlo. Me olvido de mí.

Es el veneno en forma de chisme lo que llega a mis oídos. Es el pueblo de las habladurías. El único lugar donde hay más jueces sin licencia. Donde tienen más talento para criticar a los demás que para trabajar y salir adelante. Es mi paciencia a prueba. Es mi mejor amigo advirtiéndome que voy a sufrir. Soy yo dudando, es él prometiendo que todo estará mejor. Soy yo apoyándole, es él besándome. Es la gente hablando.

Es la universidad y las clases. El tedio y la rutina. Soy yo chequeando mi celular a cada minuto. Es él y sus palabras bonitas. Es él y sus promesas de cartón. Son mis amigos opinando. Soy yo queriéndolo cada vez más…

Son las noches más calmadas. Es el tiempo que transcurre en un triciclo. Son mis ganas de escribir por los suelos. Son las lenguas venenosas. Las salidas a lo incierto. Los sustos por no pensar con anticipación. Somos él y yo jugando con fuego, tentando al destino, besándonos más despacio y con más intensidad. Son los ‘te amo’ que se dicen en ese preciso momento. Es la complicidad y la certeza de querer estar juntos.

Son mis vacaciones, las visitas por la mañana, mis shorts, la televisión. Son los besos en el sofá. Sus cambios de humor. Sus celos absurdos. Mis sospechas. Las discusiones por nada. Su BlackBerry en mis manos. Mi desilusión y mi boca cerrada... Mi mejor amigo diciéndome "te lo dije" y secándome las lágrimas. Pidiéndome que sea la misma de antes. Yo sintiéndome idiota. Preparando una venganza silenciosa. Soy yo saliendo con uno que otro buitre. Es el arrepentimiento. Es la culpa que multiplica mi amor. Decido olvidar. Misión imposible.

Es el sepulcro de la confianza. Las palabras que dejan heridas imborrables. La voz alta, uno que otro insulto y empujón. El amor y la guerra. La reconciliación y la pasión. Es mi paciencia agotada. Es su mirada perdida. Son mis lágrimas. Mis mensajes largos. Es él pidiendo que me calme. Soy yo fingiendo que no me importa...

Es una llamada a las dos de la mañana. Otro chisme. Esta vez duele más... Soy yo llorando (de nueva cuenta), es él llamando. Negándolo todo. Decido terminar. El insiste, yo me hago la fuerte. Sigue insistiendo. Yo sigo ignorando. Él se aleja.

Es un vestido negro y la mano de otro en mi rodilla. Son besos en labios distintos. Es la gente viendo, soy yo jugando a ser él. Son sus ojos sobre mí. Es su dolor al verme con otro. Llega otra vez la culpa. Ahora son sus reclamos. Ahora es su sufrimiento que disfruto mientras algo se apaga poco a poco.

Es el perdón que vuelve o se disfraza de algo más. Sin ganas de estar dispuestos a olvidarnos. Vuelve la sed de amarnos o de comernos vivos. Es otra vez la indecencia de sus labios. Mi perturbada mente. Sus preocupaciones. Y mi mano sin su mano. Es su indecisión. Es mi fastidio… soy yo caminando sola.

Es mi bipolaridad. Mis ganas de verlo, sentirlo, golpearlo e insultarlo. Soy yo buscándolo. Olvidando intencionalmente todo. Es él tomando el poder. Rechazándome, culpándome. Hiriendo donde más duele. Dejando en el aire mis intenciones. Jurando que no lo volveré a buscar. Soy yo llamando a mi mejor amigo otra vez, contándole el mismo cuento.

Son mis ganas de huir. Es ese sentimiento vació de no saber si todavía lo quiero. Es la mente que insiste en pensarlo. Es su silencio. Es mi locura. Es querer encontrarlo en otros labios, es decepcionarme sin emoción al percatarme que nadie me ha besado tan bien como lo hace él. Es odiarme a mí misma por pensar así. Es creer otra vez que todos los hombres son iguales. Es tener la mínima intención de enamorarme otra vez.

Es un año después, llorando en el mismo hombro del mismo amigo. En aquel mismo lugar. Viendo el atardecer. Comiendo vasitos. Contándole mis planes. Consolándonos los dos. Haciendo locuras. Riendo, llorando, preguntando al cielo, qué haría él sin mí, y qué haría yo sin él…

Soy yo en el presente, llegando a casa. Sin ánimos de contestar el celular. Tirándome a la cama, abrazando una almohada, mi corazón latiendo por momentos tan fuerte y por momentos tan débil, esa misma sensación en el pecho cada vez que pienso en el ayer en lo que fue y lo que no pudo ser. Esa especie de dolor que parece tan real. Esa impresión de vacío y soledad… solo es un corazón roto, que quizás duele tanto porque está empezando a cicatrizar.

lunes, 2 de abril de 2012

Amor de Verano


Fue hace casi un año, en las pampas olanchanas el verano comenzaba, los soles de marzo por allá son tan ardientes como las hormonas de algunas personas que andan buscando quien se las alborote…

Ya lo había visto antes más no lo conocía… fue un click al instante, tan pronto mi mejor amigo se levantó de la mesa y nos dejo dos minutos solos, comenzamos a bromear como dos viejos amantes que se entienden con las miradas ladinas propias del caso, cuando regresó mi amigo, ya habíamos pactado la salida respectiva del weekend.

 Podría asegurar aunque pocos lo crean que no fue resultado de su astucia o de mi coquetería la química que surgió de la nada, que en realidad culpo al destino, quizás cupido o la mala suerte quién nos unió, pero ese día, para bien o para mal empezó todo.

Quizás nos dimos mil besos mientras nos conocíamos y nos dejábamos llevar por la pasión y esa magia extraña que te envuelve el verano, la euforia de los veraneantes que de Semana Santa solo tiene el título…
Creo que fue un Miércoles Santo cuando nos hicimos novios. Estábamos en un bar con unos cuantos amigos. Yo andaba de shorts y camiseta, despeinada y un poco ebria. Él igual o peor. Desde ese día tiramos a la basura lo que pudo ser una bella amistad pasional que nació un verano. Pero como todo en la vida, las formalidades y los contratos lo arruinan todo.

-¿Entonces qué? ¿Vas a ser mi novia?.- me dijo él mientras tomaba un sorbo de su Port Royal.

-Ya hablamos de eso.-le dije riéndome.

-Yo no quiero ser tu “tope”, quiero que seas mi novia, no quiero que te beses con nadie más.- me dijo en tono serio, mientras me agarraba la cintura.

-Es que me da miedo… no quiero cagarla otra vez.-le dije seria mientras me acordaba del diablo del cual estuve enamorada por casi dos años.

-Yo tampoco, ya quiero hacer las cosas bien. Yo no te haría daño. Quiero que seas mi novia, no te vas arrepentir, lo prometo.-me dijo con su sonrisa fresca.

-Está bien. Hay que intentarlo.-le dije con una sonrisa, mientras bebía de mi cerveza. Pero no me sentí feliz. Pensé en el anterior. Y en el bar empezó a sonar “Tu amor me hace bien” de Marc Anthony. Tenía miedo pero me dejé llevar por el momento. “Son mis vacaciones” pensé.

-Vas a ser mía para siempre.-me dijo mientras me daba un beso con sabor a cerveza.

-“Para siempre” no existe, será mientras nos dure… .-le dije mientras correspondía plácidamente al beso.

Y el verano comenzaba. O quizás ese día terminó lo que yo creí que era diversión. Esos días de fiesta, de calor y cervezas se convirtieron en el parte aguas de una relación basada en la pasión en todas sus formas. Nos preocupamos más por conocer primero los cuerpos que nuestros corazones. Pero no por eso dejó de ser amor. Creo que empezamos a jugar con fuego y nos quemamos como se queman los cerros en pleno verano.

No fue lo que buscaba exactamente, lo que no sale planeado es lo que más te sorprende cuando sucede. Uno nunca termina de entender lo mucho que la vida sorprende sin avisar, ya sea golpe de suerte o golpe mortal, ya sea alegría o tristeza.

Puedo estar casi segura que él, igual que yo no pensó llegar tan lejos. Quizás pensó igual que yo al principio, una aventura a nadie le cae mal. No es cuestión de adularme a mi misma, pero no soy tan fea y soy simpática sin tener que estar borracha.

A los días me arrepentí de haberle dicho que sí. Le eché la culpa a las hormonas, al alcohol, al verano. Lo que ya sentíamos era una semi-obsesión del uno hacia el otro. Suena increíble pero los celos aparecieron antes que el amor (a decir verdad apareció todo antes que el amor) y cuando al fin apareció las cosas empeoraron. Era demasiada pasión. Tan poco tiempo y ya aparecían los defectos. Él un perfecto machista. Yo una despistada. Me daba igual escribirle o no. Él y su fama de mujeriego. Yo, un imán de buitres. Y el verano se esfumaba...

 Tenía que regresar a Tegus, y como siempre, cuando las vacaciones se terminan, mi emoción es parecida a un chanchito cuando lo llevan al matadero. Me acuerdo que se fue a despedir. Domingo en la noche. Le prometí ser más atenta, él prometió ir a verme ese fin de semana, ahora si venían otras pruebas más difíciles. Ya el circo se acababa, era hora de averiguar que tan dispuestos estábamos a ‘hacer las cosas bien’.
Me acuerdo de la despedida. Exquisita como siempre. En su carro. Fue un beso de esos que te dejan sin aliento. Las manos que piensan por si solas… Era la llama viva de esa pasión que nos siguió hasta el final. ¿Por qué tuvo que arruinarlo todo el amor?

Sea como sea, fue un amor de verano que en efecto no terminó con él. Terminó en el invierno por razones ajenas al buen cariño. Son cosas de la vida. Cosas que pasan. Es sin duda un buen recuerdo, por qué no decir que fue de los mejores recuerdos de mi vida. Un amor diferente, un hombre TOTALMENTE diferente. Un pendejo al que amé sin querer queriendo… el mejor amor de verano que he tenido sin duda… (por el momento)

Y como todo en la vida se acaba, también hay cosas que empiezan de la nada, nuevo año, otro verano, nuevos amores, iguales, peores o mejores. Pero siempre habrá esa playa en tu vida en la que te encuentres lo que no imaginaste. Hay amores de verano que duran lo que dura el transcurso de un cometa, otros que duran toda la vida. Cosas grandes o insignificantes, eso no importa, lo que cuenta es que vivas tu vida como unas constantes vacaciones, que esa magia y euforia no se pierdan al momento de enamorarte, pues no importa en qué momento llega, amar siempre es una aventura, muy jodida pero que vale la pena.