domingo, 1 de noviembre de 2015

NO ES UNA NOTA SUICIDA

Esta tarde llegué justo a la hora de la muerte. Recién me fui un poco muerta a rodar por ahí, ahora ya me he convertido en la Catrina de los lamentos.

Tengo derecho a quejarme, incluso cuando no hay motivos o cuando hay todos los motivos. Se viene un extraño placer cuando hay dolor pero cuando llega el vacío, también llega la muerte.

Me voy a permitir ser la calavera garbancera aunque corra el riesgo de acostumbrarme o a cansarme de serlo. Aquí no hay más. Lo sé, tantas veces lo dijimos. "Se acabó. Adiós, que te vaya bien. No sirve. Te amo, pero... Ciao. Imbécil. No te creo."

Sólo cuando se ve desde arriba, se aprecia el camino, es cierto, ya era muchísimo antes y ahora sí ya fue demasiado. Tampoco es que ayer no lo hubiera sabido, pero ya se agotaron las vendas. Los argumentos. Las excusas. La necedad. Tuvo que pasar el cataclismo para avistar mejor las heridas y son muchas, son profundas de este lado.

Tanto que me he muerto, por eso es imposible el regreso. "Te extraño. Hay que tratar una vez más. Abrime la puerta." No. No se puede ir a hablar con una muerta. Y no, no se puede ir a hacerle el amor a una calaca. Yo, ya no estoy.

Y como ya no estoy, puedo estar en cualquier lado. Pero ahorita, justo en este momento, quiero estar con mi cuerpo inerte. Voy a elegir mi cama como tumba. Las luces de Teguz van a ser el purgatorio, versión bonito sin dejar de ser amenzante. Voy a estar sola en mi vela, sin mayor compañía y rezadoras que la película hondureña que están pasando por el cable, para poder morir de total decepción. Causa de muerte: Asfixiada por el mal de amor y por el mal cine de su país. Que pongan eso mismo en la lápida.

Cada noche aprecio más el silencio. Si bien, he ido falleciendo con cada amanecer, ahorita que soy un zombie inofensivo, tengo más tiempo para ocuparme en las cosas que se disfrazan de importantes, como el trabajo, por ejemplo. He contado los últimos días tantas líneas blancas de carretera que cuando cierro los ojos para sacar algún recuerdo de archivo, se dibujan unas  miles y se distrae el bibliotecario. Esa también es una de las ventajas de estar muerta: la distracción.

Con esto no quiero que él se hinche de soberbia, como ya es su costumbre. Si estuve mal fue por sus golpes, si estuve peor fue por mis propias decisiones. Ay, el ego que nos coge sin misericordia.
La era de culpar y señalar quedó allá en la tierra del olvido. Las culpas están muy bien distribuidas, aceptadas o negadas. Y si me estoy dando el lujo de morir es porque tengo la certeza que voy a resucitar... pero muy lejos de su boca mortífera.

Cuando se quiere de esa manera a un monstruo, se corre el fuerte peligro de convertirse en uno. Por eso es mejor partirse en pedazos antes de cometer la infamia de dañar a quien amás. Antes de que crean que sos igual que ellos por seguir allí, inmune, sin mecanismos de defensa, esperando otro golpe a puño limpio. Eso ya fue. Aquí no queda más.

Encima de todo, ha costado más contener las ganas... pero ahora, finalmente se han esfumado, quizás por eso ya me resigné. Me llevó la muerte y atrás se quedaron mis rodillas resquebrajadas cuando sus besos, cuando su olor, cuando su boca me trastocaban hasta la fibra más minúscula del cuerpo. Y si eso ya no está, ya no hay nada. Ya no estamos. Estamos extintos. 

Es raro, pero queda una sensación de alivio y hasta de paz cuando sabés que ya no hay marcha atrás. Ya no vas a ser la que fuiste y ahora tenés la enésima oportunidad de ser una mejor versión de vos. Las dudas siguen ahí, la rabia sigue ahí fraguando en algún momento de la tarde, casi después de almuerzo, pero acá ya se instaló el vacío y los desbancó a todos, incluso a él. Dejame ser una muerta feliz. Prefiero eso a volver a creer una sola de sus mentiras. Eso es morir de a poquito. Eso es brujería de alfileres gruesos. Eso es cualquier cosa menos cariño.

Pero, ay... los reproches me han despertado una pereza mortal y yo preciso de energía para seguir mi proceso de resurrección. Así como las muertas y los muertos necesitan descanso para regresar, yo también tengo que volver a dormir sosegada para estar viva, cuando sea posible.

Por mientras voy a partir por un rato indefinido. Quiero salir de la galaxia, si me dan el chance, por supuesto. Aclaro que no es una nota suicida. Ya ratos me morí pero no había tenido el chance de avisar. La muerte es un poco cansada, y aunque no parece, te absorbe mucho tiempo útil. No es fácil andarse muriendo así como así por la vida.

Esta noche que será interminable, me retiro para seguir durmiendo/muriendo.Voy a disfrutar un rato mi luminoso purgatorio y quizás más tarde, el televisor me acompañe con una propuesta menos despreciable. Estoy realmente cansada. Lo pienso dos veces antes de levantarme para ir a exprimir un par de naranjas a la cocina y evitar un eminente resfriado. ¡Pero ya estoy muerta! Una pinche gripe no me haría nada si soy la Catrina.

Se siente bien morir así, con un pacto especial conmigo misma. Una promesa que sólo yo me podré cumplir. Pero eso sí, ay de mí si dejo que sus manos me vuelvan a tocar. Si yo le abro la puerta de mi casa otra vez, que me entierren parada, por favor. No se puede fallecer dos veces por la misma razón. Es mi deber supremo, entonces, procurar -al menos- morir por algo que sí valga la pena, sin tener que morir.