miércoles, 8 de junio de 2016

ESCRIBIDORA

Esta mañana me dio por ir a tomarme un café con mi computadora. Quise aprovechar un poco del tiempo libre para escribir un relato que he andado desde hace unos días en la cabeza. Para hacerle honor al cliché, me fui a uno de esos lugares hipsters, con un café pasable y un budín de limón recién horneado. Noventaitrés pesos y cincuenta minutos después, solo había logrado escribir tres líneas.

Recurrí a la vieja técnica de bosquejar en otra pagina lo que quería decir, pero me enredé en tornillo de palabrerías sin sentido que ni si quiera yo entendía. Me regañé, me desairé y me emputé. Me distraje un rato en la “vida real”, me terminé ese capuccino anodino y como si le estuviera insistiendo a un amor, me puse seria y me concentré en escribir.

Terminé el párrafo y me detuve. ¿Qué mierda te pasa? Leete. Estás escribiendo como cuando tenías dieciocho. No, miento, cuando tenías dieciocho escribías mucho mejor que ahora. Nada te inhibía, todo era escribible. Cero pretensiosa. Ahora sos un ramillete de muros y dudas. Comenzá de nuevo.

Borré todo y empecé otra vez. Recordé la semana pasada cuando estuve tratando de escribir una reflexión para una clase. Tenía mil ideas para comenzar, escribí un párrafo y me gustó tanto que no quise cagarla escribiendo un segundo que acabara con mi optimismo, pero lo tenía claro. Sin embargo, este relato de mierda que me anduvo siguiendo día y noche, no se dejaba escribir.

Claro, no es igual redactar un examen final sobre el papel de América Latina en la formación del mundo moderno que describir a una persona que no te agrada y de la que poco te acordás. En otro momento sería más fácil escribir el pinche relato y dejar que el ensayo te aturda del todo la psiquis.

Empecé a ahogarme en la autocompasión: es la tos. Es el cansancio. Son los estragos de la goma. Es la falta de sexo que no te lleva suficiente sangre al cerebro y no te deja fluir las ideas. Es el estrés de haber dejado, tu país, tu familia, tus amigos, tu vida. Es todo menos tu mediocridad.

Escribí casi el mismo párrafo anterior, cuidé mi excesiva, maniática y desfachatada maña de usar tantos adjetivos... y me sentí exhausta.

Más allá de sus gestos torpes, su tartamudeo ocasional y su evidente inseguridad física, me agradaba su manera elegante de caminar. Moviendo el culo de un lado a otro, exponiendo su cuello de lora, cantando siempre, realzando la cabeza como si fuera la reina de su propio mundo. Tenía un cierto rastro de oscuridad y crudeza en sus palabras pero su casi imperceptible voz daba la impresión de un alma dulce y comprensiva que rompía de golpe con sus rimbombantes carcajadas de bruja medieval.

 Ese no puede ser un principio. Tal vez ni siquiera se parece a quien quiero describir. Es que me cuesta observarla ahora en mi cabeza. Pasé casi un año al lado de ella y simplemente dejé de observarla. De ni siquiera interesarme en darle los buenos días. ¿Cómo voy a detallar con exactitud?
Tenía la urgencia de escribir algo coherente. Me pegaba en la frente, me desacomodaba el pelo una y otra vez. En frente tenía a un viejito leyendo el periódico que por momentos me decía “¿eh?”, porque creía que le estaba hablando a él. Creo que nunca me había costado tanto arrancar a escribir. Empecé por disparar palabras para llenar los espacios. Y me tropecé con un chapsuy de ideas que llegaron a cualquier otro puerto menos al mío.

En parte, gracias ella creo menos en esa premisa absurda del feminismo que te dice hay que apoyar, aceptar y querer a todas las mujeres por su simple condición de mujer. No me jodan con eso, en este mundo de impares así como hay malos hombres, también han existido, existen y seguirán existiendo mujeres de mierda.

Ya basta de escribir lo que pensás, tu desprecio, tu sarcasmo, tu falso desinterés hacia la vida. ¡A nadie le importa, carajo! Sólo ahorrate los rodeos y escribilo exactito como lo tenés en la cabeza. Sin tanto adorno ni barnices. Sólo escribí, por la concha de la lora, escribí. 


Me sentí frustrada. Guardé mis cosas y me fui. De camino a casa venía pensando en que quizás no era un relato ni un ensayo alegórico al ego que debían ser escritos como todos los demás, o sólo era mi superyó tratando de evitar que tocara susceptibilidades ajenas, o tal vez solo estoy cayendo en cuenta que hace tiempo me puse la camisa de escribidora, esa que se acomodó en la cueva de crear “cuando sobra el tiempo” o escribir porque es necesario liberar espacio. Esa maje a la que ya casi se le olvida ese impulso primario que es escribir. 

1 comentario:

  1. Tal vez la vista de villadela era mas inspiradora!! o tal vez el agujero de humo que envuelve tu antigua capital hacia que el enredo de palabras fuera mas caudaloso... pero esa esencia de escritora, que desnuda las palabras tal y como son y lo que representan... no la pierdes.. Recorda loca luna con una amiga colocha y un enano que te desnudaba con la vista!!

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