domingo, 10 de noviembre de 2013

La Rubia Desesperada


Era jueves y quedé de ir a tomar algo con Julio. Era el preludio del fin de semana y teníamos que ponernos al día.Fuimos a un bar-restaurant  que está muy cerca del trabajo. Ambos pedimos una cerveza. Julio empezó a contarme la tragedia griega que vivía a diario con su antigua jefa. Todos los días era una cosa diferente pero la plática siempre consistía en lo mismo: él se quejaba, yo me reía, él seguía quejándose, yo le decía que se aguantara o que renunciara.

Mientras fingía escuchar atentamente al pobre Julio, me concentraba en la rubia que estaba sentada justo enfrente de nosotros. Había llegado hace unos minutos. Estaba sola pero claramente me di cuenta que esperaba a alguien. Era muy guapa y vestía casi a la perfección. Muy maquillada, el pelo liso impecable, de corte al hombro, era de esas rubias a la fuerza que se ven realmente bien. Le calculé unos treinta y pocos. Constantemente  revisaba su iphone, parecía estar un poco nerviosa, supuse que esperaba a un hombre, quizá a su chico. Esperar por alguien… ¿A quién no la he pasado?

Julio seguía hablando, pero esta vez de sus aventuras sexuales lo mismo de siempre, diferente persona, pero mi atención estaba volcada a la rubia. Llegó al mesero a pedirle la orden, alcancé a escuchar decirle al joven que esperaba a alguien más, le pidió que regresara en unos minutos. Julio me pregunta, ¿a quién miras tanto?, a esa rubia, creo que la dejarán plantada, le contesto. Hace un gesto como de “I don’t give a shit”, y prosigue a hablar de cosas húmedas y prohibidas. Yo en mi interior lo sigo ignorando, la rubia y su espera está más interesante.

Pasaron unos 20 minutos. No dejaba de peinarse con los dedos. Se paró dos veces para ir al baño. Me imagino que para retocarse el maquillaje. Debía de ser alguien importante para ella. El mesero regresa y le pregunta nuevamente si quiere ordenar. Ella se rinde y pide algo. Seguro su cita se tardará un poco más. Noto su cara de desencanto y no puedo evitar sentir pena por ella. Sentir la ilusión de arreglarse linda para alguien, esmerarse por lucir bien, depilar tus piernas y todo lo demás  y aun así lograr estar a tiempo es un arduo trabajo que ningún hombre jamás, JAMÁS, reconocerá. Pero es inevitable, imposible y una batalla perdida saber identificar a los imbéciles y sobre todo tener el poder de no aceptar salir con ellos. Pero, ¿a quién no le pasó alguna vez? A mí todo el tiempo, por eso siento compasión por esta pobre mujer.

El mesero que supongo, que al igual que yo sabe que dejarán plantada a nuestra amiga, le llevó una Sprite con un vaso con hielo. Quizás él pensaba igual que yo. Que terminaría humillándose y por ende yéndose a la casa de su mejor amiga, a tomar vino o vodka, a hablar mal de ellos y después llorar sin consuelo y preguntarse una y mil veces “¿¿Cuándo, CUÁNDO, conoceré al indicado?? ¿Decime, Juanita, será que hay algo malo conmigo?”, y la amiga, tan fiel y mentirosa como son todas las mejores amigas mujeres le responderá, “No hay nada malo con vos, son ellos que se pierden a una mujer tan bella, inteligente, autosuficiente…” bla, bla, bla… cuántas veces no hemos escuchado eso.

Pero ese no sería el final de la noche de aquella rubia chasqueada. Julio seguía hablando. Ahora retomando su odio para su jefa. Para que no se sintiera tan ignorado le conté como iba la novela. Pero siguió sin interesarle el asunto, él lo que quería era hablar y  hablar. Y mientras yo finjo que lo escucho, él es feliz desahogándose, yo soy feliz de observar a esa mujer y los dos disfrutábamos de una amena compañía.

Al rato, cuando el vaso de hielo con Sprite iba casi por la mitad, llegó el susodicho. Justamente como me lo imaginé: guapo, cara de haberse cogido a todas sus compañeras de colegio, a la mayoría de la universidad, y una que otra colega del trabajo. Alto, trigueño, fornido delgado, con sonrisa de ‘yo me tiro a cualquiera’.

Ella inmediatamente cambió su expresión de tragedia a felicidad total. Lo recibió con un gran abrazo. Parecía no haberlo visto en mucho tiempo. Él se disculpó, no escuché la excusa pero seguro no era real y tampoco se esforzó para que lo pareciera. Mi amiga rubia la creyó al instante. A juzgar por sus manos en su brazo y sus ojos muy atentos a cada gesto del Mr. Moreno Sensual. En realidad no la culpo, él era realmente atractivo… ¿A quién no le ha tocado perder la cabeza por un hombre de manos grandes y boca perfecta?

Hablando de manos, no me había fijado en… ¡ajááá! Ya me lo imaginaba. Un gran anillo redondo de oro en su dedo anular… hijo de su madre. “¡Está casado!”, le digo a Julio para que me acompañe en la ofensa. “Ya dejá de estar viendo a la gente, no seas ridícula, ¡stalker!”. Definitivamente Julio no es buen cómplice de aventuras de este tipo. Pero esto se ponía cada vez más interesante. Lo que quedaba era tratar de escuchar lo que hablaban pero era imposible por la música, por la gente hablando, riéndose, chocando copas, sacando cervezas de las cubetas, Julio tirando veneno para su ex jefa Pazuzu. En fin. Lo único que quedaba era seguir observando y tratar de leer sus labios.

Lo más curioso era que ella nunca sospechó que yo la observaba desde que llegó. Quizás está acostumbrada a que todos la miren, hasta las mujeres. Pero cuando el Mr. Big Hands Sensual Infiel percibió mi mirada insistente hacia su mesa, se sintió incómodo, se sentó en otra silla, a manera de quedar de espaldas y taparme todo el escenario. Él le comentó algo, ella volteó su cara hacia mí, de alguna manera me sentí descubierta, le sonreí de la manera más amable posible, enviándole un mensaje subliminal de “no seas pendeja, salí corriendo”, pero ella no me devolvió la sonrisa, quizás pensó que le estaba coqueteando a su amante, o peor, tal vez creyó que era amiga o conocida de la esposa de su amante y le iría con el chisme.
Las mujeres podemos ser tan creativas a veces. Pero bueno… es parte de ser mujer, ¿no?

Ya mi obra teatral de la vida real estaba esfumada. Ya no podía observar bien. Solo dos cabezas moviéndose. Risitas a escondidas. Vi que el mesero que al igual que yo, no le pegamos a la Loto, les llevó dos copas. No tengo idea que bebida era. Julio ya quería irse. Pero yo quería ver el desenlace. “Otra cerveza más y nos vamos.” Lo convencí.

Mr. Sexi volteaba a ver de reojo. Maldito paranoico. Típico de los corneadores. Piensan que son vigilados por todo el mundo.  Al ratito ella se levantó, se dirigió al baño. No la volteé a ver, me daba un poco de vergüenza. Me concentré en Julio, hablábamos trivialidades. El esposo infiel, le pidió la cuenta al mesero. Ella regresó del baño y sin sentarse tomó de un solo sorbo el resto del trago. Él hizo lo mismo. Estaban listos para irse del bar. El tipo fue a caja a pagar antes de que regresara el mesero. Ella agarró su bolso y su celular. Mientras esperaba de pie, justo enfrente de nosotros a que llegara su hombre. –Su hombre a medias.-  

Todavía recuerdo como lo observaba desde lejos, tratando de disimular un poco, ante el mundo y ante ella misma. Sabía que no era el hombre para ella. Pero lo miraba con amor, con deseo verdadero. Quizás intentó terminar con él de todas las maneras. Quizás pasaron semanas y meses pero de alguna u otra manera siempre vuelve a caer… Bueno, supongo que es algo que nos ha pasado a todas, ¿no te pasó alguna vez?


Don Guapo regresó, puso su mano derecha discretamente en la cintura de la rubia para dirigirla a la puerta. Después de todo los patanes son los más caballerosos… y no importará cuán bonita, cuán inteligente y cuán astuta seas, en algún momento, o en muchos momentos de la vida, te terminarás yendo del bar con el hombre equivocado.

3 comentarios:

  1. Siempre, siempre, las mujeres prefieren a los hombres equivocados... es inevitable.

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  2. He dedicado tiempo a leer tu blog. y vaya que requiere de tiempo, porque cuando te pones a escribir, no escatimas...
    Eres la primera hondureña que conozco (por internet, of course), y me resultas sorprendente. Sorprendente al grado de querer leer todo lo que has escrito (bastante me falta aún), y al grado de querer que sigas escribiendo, para poder leer más...

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    1. Muchas gracias, no quiero pecar de modesta pero seguro hay personas que escriben mucho mejor que yo pero no se atreven a publicar. Nuevamente gracias por leerme cara triste - :( -

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