De niña crecí creyendo que la homosexualidad era una
enfermedad mental, algo atípico o quizás un castigo de Dios para los padres despóticos
y machistas.
Quizás era tan boba o tan ingenua que creía en todo lo que
me decían en la escuela, en la Iglesia, en mi propia casa y en el barrio. Estaba
segura de lo “abominable” de la palabra homosexual, sin embargo no sabía
distinguir muy bien quienes eran homosexuales.
Mi compañero de la escuela en tercer grado, tenemos la misma
edad, unos ocho años, apenas, es frágil, quejumbroso, llora todo el tiempo
sobre todo cuando los patanes de la clase le dicen mariquita, mujercita,
culerito. (La crueldad de los niños es tan insolente) pero no lo considero
homosexual, quizás porque lo conozco, le tengo aprecio pero dentro de mi
inocencia de ochos años tengo la certeza que no es gay, aunque sea más
sofisticado y vanidoso que yo no me lo imagino en el infierno ni en un hospital
psiquiátrico.
Tampoco creí en los rumores que decían que el Sacerdote de mi
Iglesia era gay, cuando tenía unos 10 años, escuché los comentarios de las
amigas de mi abuela, “dicen que los encontraron juntos en la cama, al padre y a
su cursillista, que barbaridad” comentaban las dos señoras con una biblia en la
mano. Aquello que escuché me pareció realmente deleznable, aun así luego de
pensarlo bien, no creí que fuese cierto, desde pequeña ya iba entendiendo el
implacable veneno de los chismes y las intrigas. Tiempo después el supuesto
padre homosexual se fue del pueblo, dejo el sacerdocio sabe Dios que es de su
vida.
Era una niña y
siempre por creerme más lista de lo que realmente soy, creía que lo entendía
todo, cuando en realidad me embarraba del fango de mi propia ignorancia…
No fue hasta en secundaria, quizás en mi último año, mi
pensamiento había cambiado un poco, ya sabía distinguir quien era homosexual,
por sus maneras y actitudes, pero mis cadenas mentales me impedían ver todavía
la realidad.
A principios del 2006 había una película que causaba revuelo
en todo el mundo. Se trataba de Brokeback Mountain o Secreto en la Montaña, una
apasionada historia de amor entre dos vaqueros hombres, vi la película y me
pareció muy buena, a veces creo que el cine influye tanto en mí como los libros.
En dos horas me di cuenta que todos tenemos esas cadenas que
atan muy bien nuestra razón y nuestra capacidad de analizar nuestra realidad y
las cosas incompresibles sin que estén las garras feroces de la religión, de
los esquemas sociales y la más terrible: la propia ignorancia.
En tan poquito tiempo entendía más que lo que entendí toda
mi vida a cerca de la homosexualidad.
La película no sería nada espectacular si se tratara de un
hombre y una mujer, pero eran dos hombres aparentemente muy machos que se
amaban con locura. ¿Y si es verdadero amor lo que sienten? ¿Por qué habría de
llamarse eso un pecado? ¿Acaso Dios no es amor? Pensé y reflexione, tratando de
aflojar un poco esas cadenas en mi mente.
Por cosas de la vida, cuando entré a la Universidad tenía
deseos de estudiar Psicología pues siempre he sentido una fascinación por el
cerebro humano y sus misterios, tiempo después descubrí que lo único que me
hace sentir útil y plena es escribir, por eso cambié de carrera, pero en ningún
momento lamento haber sacado varias clases de Psicología, pues aprendí mucho o
eso espero.
Leí en un libro que en 1970 la Organización Mundial de la Salud
había descartado la homosexualidad como una enfermedad mental. Pensé en mi
compañerito de tercer grado al que le llamaban maricón. Pensé en el sacerdote
picarito del pueblo, pensé en el travesti que se contonea al son de sus tacones
por la peatonal, pensé en mis amigos y conocidos que son gays y no salen del
closet aún.
Según varios teóricos, la homosexualidad puede derivarse de factores
estrictamente sociales, como violación en la infancia, o la crianza demasiado
mimada por parte de la madre, o por lo contrario la crianza demasiado estricta
de un padre, con todo respeto a los teóricos sus propuestas me parecen absurdas
y ridículas. Pueda que tengan algún sentido y en algunos casos se aplique muy
bien a la realidad, pero mi percepción me dice otra cosa.
Todos en algún momento de nuestras vidas nos hemos
preguntado si somos homosexuales, bisexuales, en algunos casos extremos
asexuales, o algo parecido a lo que no está dentro de lo común, ojo que con
esto no quiero decir que considero que sea anormal como lo tachan varias
personas.
En fin no quiero adentrarme en el mundo de la genética o la
biología o la psicología que a decir verdad sé muy poco, mucho menos de lo que
quisiera. No tengo que ser científica para hacer mis propios análisis aunque
sean rústicos y poco convencionales, pero creo que no hay nada mejor como
estudiar nuestra propia mente.
Busqué dentro de mí para ver si había alguna pulsión sexual
o amoroso hacia otra mujer, aun estando consiente que me gustan los hombres. Y encontré
dos cosas: primero, estoy segura que la mujer es mucho más atractiva y decorativa
que el hombre, no me he puesto la camisa de feminista para decir esto pero creo
que la mujer es más inteligente que los hombres y segundo, estoy cien porciento
segura que no he sentido ningún apego romántico hacia ninguna mujer.
Soy heterosexual, y aunque una teoría algo loca y coherente
a la vez diga que todos nacemos bisexuales, solo que algunos desarrollan más un
lado que el otro, aun no he encontrado mi lado lésbico y sin sonar cruel o cínica
he de admitir que me siento aliviada, no porque siga creyendo que es un castigo
eterno del infierno o una patología mental, es porque sé lo mucho que sufren
los homosexuales.
Son tantas historias, las vivo a diario, me las
cuentan, las escucho y otras simplemente las observo.
Un día un buen amigo mío de la universidad me dijo llorando:
yo no pedí ser así, yo no elegí ser gay. Y es verdad, nadie nos pregunta si
queremos ser hombre o mujer, bonito o feo, poeta o matemático, pendejo o sabio,
simplemente ya estamos predispuestos a ser lo que Dios quiere que seamos sino
jamás hubiere permitido la existencia de los homosexuales; a ver díganme cristianos católicos y evangélicos,
ustedes dicen que Dios es perfecto y estamos hechos a su imagen y semejanza,
entonces por qué será que permite tanta “imperfección”. Tan difícil es
comprender para las personas que si la homosexualidad existe es porque Dios la
creó.
El que mata es pecador, el que roba, el que miente también. Porque
ellos fueron libres de elegirlo, nadie los obligó a pecar. Entonces, como puede
caber tanta idiotez en la cabeza de un moralista para decir que un niño
afeminado tiene que corregirse con mano dura para que en el futuro no sea un
verdadero marica. Es repulsivo el pensamiento de algunas personas.
Entonces si me considero afortunada en el sentido de que sigo
un esquema social, que me dice que tengo que casarme con un hombre y
reproducirme, si soy honesta he de confesar que si, en efecto deseo lo que me
dicta la vana tradición de la sociedad, y no es tanto que me sienta ‘dentro de
lo establecido’ es que el miedo y la cobardía son jodidos, y no me imagino
cuánto habría sufrido si hubiese nacido lesbiana.
Recuerdo que una vez una maestra de la escuela me llamó “marimacha”
porque mis amigos todos en su mayoría eran varones, (y lo siguen siendo) me
decía que yo debía de buscarme amigas mujeres, de usar maquillaje y peinarme
más seguido, creo que nunca le tomé el consejo a esa vieja loca. Pero a lo que
voy es como nos dicen desde pequeños qué tenemos que hacer y cómo debemos
pensar, qué diferente sería si nos dijeran desde que somos bebés que hagamos lo que queramos, que somos libres de actuar siempre y cuando se tenga respeto por la gente sin importar su sexo, raza o religión.
La gente que sale del closet es muy valiente y admirable
pero también entiendo a los que les da miedo hacerlo. Me conmueve mucho de
ternura ver a padres de homosexuales cuando apoyan a sus hijos y me da tristeza
ver cuando otros los rechazan, los desheredan… a veces imagino que tengo hijos
y que uno me diga un día: mami soy gay o lesbiana. Sin duda no creo que sea
fácil pero creo que me dolería más que un día me digan: mami maté a una
persona.
Creo que como todo en la vida siempre hay un propósito para
cada cosa. Siento mucho que algunas personas todavía sientan esas cadenas en el
cerebro y no los juzgo de ignorantes pues yo algún día estuve ahí. Lo que se
pide, se suplica es comprensión y prudencia ante las cosas que no podemos
explicar.
Los homosexuales no son seres de otro planeta, han existido
desde el origen de la humanidad y a lo largo de la historia les ha tocado
sufrir mucho. Debemos celebrar el amor en todas sus formas. El negro se ama con
la blanca. El japonés con la hindú, Carlos con Pedro y María con Estafania, tan
simple y sencillo es comprender algo, nacemos para ser felices o al menos
intentar serlo, no estamos pagando el karma de una vida pasada, la vida solo es
una y sale muy caro vivirla sufriendo.
Si eres homosexual y saliste de tu closet interno te admiro
mucho y te respeto, estoy segura que no fue fácil pues dentro de nosotros
siempre está ese pequeño pendejito de la escuela que juzga y señala, nosotros
somos nuestros jueces más crueles. No hay cosa más linda que aceptarse y amarse
así mismo.
Pero si eres heterosexual y todavía estás atado y tu mente
sigue cerrada te invito a que intentes ver a las personas con más respeto, pues
es lo que somos ante todo: seres humanos. Ya verás como respetando y aceptando
lo que no comprendes te hará ver y sentir bien. Serás un poco más feliz y ten
por seguro que los demás también te respetarán.
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