domingo, 14 de octubre de 2012

Duele Porque Es Amor


Esos días de pasión, ardor y locura no volverán a repetirse en la vida de Andrea, al menos no con la misma intensidad. Las eternas horas en los brazos del hombre al que ama es como alcanzar la gloria y luego caer en la desdicha cuando el reloj señala que es hora de que su amado regrese con su mujer.

Asumir el hecho de que ella es la otra, es como una tortura silenciosa que la acaba poco a poco. No tiene las agallas suficientes para terminar con Sebastián. Es imposible dejar ir a su fuente de felicidad y su fuente de dolor. Cree que es una prueba de la vida y quiere sobrellevarla. En el fondo tiene la esperanza que un día él dejará a su mujer, pero le remuerde el corazón al saber que él no piensa hacer tal cosa, ni siquiera le gusta tocar el tema y a ella tampoco le gusta arruinar el momento junto a él.

Es la amante y sus amigos ya se han enterado. Es solo cuestión de tiempo para que se enteren sus padres. ¡Qué vergüenza para tu familia! le repetía su mejor amiga como el hacha justiciera de la conciencia.

-          Tenés que dejarlo ir, por tu bien, termina esa relación.- le decía en forma de súplica.

-          Nadie mejor que yo lo sabe. Pero lo amo y no puedo dejarlo.- replicó Andrea como si fuese suficiente razón.

La vida se fue transformando a blanco y negro, nunca era felicidad plena, solo eran pequeños momentos, eternos momentos, pero efímeros a fin de cuentas. No podían ir al cine agarrados de la mano como lo hacen las parejas normales, no podía darle un beso cariñoso en público como lo hacen sus otras amigas con sus novios. No podía presentarlo con orgullo a sus colegas como su pareja. No, no podía. Ya había alguien más quien hiciera todo eso. Y se sentía miserable todas las noches. Se sentía imbécil por aprenderse de memoria el horario con el cual podía marcarle a Sebastián sin riesgo de que su esposa lo sorprendiera.

Todo eso salvo los momentos de sexo y de ternura, era una verdadera pesadilla. Pero un día ocurrió lo peor.

Eran las fiestas decembrinas y un día antes de Noche Buena, como acostumbra Andrea y su familia, hacen las respectivas compras en el Centro Comercial. Justamente pensaba en qué le regalaría a su amor, cuando lo vio pasar junto a su mujer tomados de la mano y riéndose amenamente como esas parejas en luna de miel.

Fue como una puñalada en el pecho. El cuadro que vio se miraba muy diferente al cuadro que le pintaba Sebastián cada vez que ella sentía alguna duda sobre seguir con él. Se miraban felices, o al menos así parecía. Él no alcanzó a verla y fue lo mejor. Aquella tarde Andrea por fin entendió que las cosas tenían que cambiar. No contestó ni una tan sola llamada de Sebastián en lo que restó del año. Por momentos se sentía a morir. Era un dolor constante y no se explicaba por qué le dañaba tanto. 

No fue una relación tan larga pero si fue intensa. Si hubo amor, al menos de su parte. Llegó a quererlo como jamás pensó querer. En su mente no cabe la posibilidad de volver a amar a alguien de esa manera y se odia ella misma por pensar así, pero así lo siente, y quizás así será.

Con el tiempo él se cansó de buscarla y no recibir respuesta. Por momentos él pensó que quizás Andrea ya tenía una pareja formal y se le hervía la sangre de celos. No paraba de buscarla, quería una explicación pero era inútil, ella guardaba silencio.

“No quiero que me busques, no quiero verte, no puedo ni siquiera contestarte el teléfono por que sé que si escucho tu voz nuevamente, todo mi esfuerzo será en vano y volveré a caer en tus manos. Lo que vivimos fue algo sumamente hermoso y nadie, ni la muerte podrá arrebatarnos. Te amé con locura, pero simplemente creo que llegué tarde a tu vida. Si de verdad sos para mí, el destino solo lo dirá, mientras tanto quiero que te cuides, y si alguna vez me quisiste un poquito aunque sea, te pido no me busques. Te deseo toda la felicidad que tu astucia y encanto te puedan dar,
con amor,
Andrea.”


De eso se trata la vida, de tomar decisiones aunque duelan por un rato o toda la vida. Andrea siguió con su vida aunque no se ha vuelto a enamorar como una demente. Sale nuevamente con amigos y aunque por ratos extraña los momentos sórdidos de romance, no piensa entregarse fácilmente a otro hombre. Prefiere vivir su vida sin prisa ni desesperación, pero aun así extraña al Apolo del cual se enamoró perdidamente. Piensa que jamás habrá otro hombre igual, y tal vez sea cierto, pero en el fondo sabe que alejarse fue lo mejor que pudo hacer para evitarse toneladas de sufrimiento.

De lo que sabe de Sebastián es muy poco, salvo que sigue visitando bares, sale con otras mujeres que no son su esposa, quien por cierto jamás sospecha de su apuesto marido, y según rumores está esperando un bebé.

domingo, 30 de septiembre de 2012

BESOS AGRIDULCES


“No sé que diablos me hizo que no me lo puedo sacar de la mente”, pensaba Andrea tirada en su cama viendo hacia el techo. “Tengo que dejar de verlo”, se repetía una y otra vez mientras comenzaba su noche de insomnio. Su tema favorito para pensar todas las noches: Sebastián García, su amante desde hace ocho meses, el hombre que le ha regalado los momentos mas felices e infelices de su vida.

Todos los días reconstruía el momento en que lo conoció. ¿Qué pudo haber hecho para evitar conocerlo? Y al mismo tiempo agradece a la vida por haberlo puesto en su mismo camino.

Fue un mal día de octubre cuando Andrea estaba con sus amigos en un bar, con varios tequilas en la conciencia, con su cigarro mentolado en la mano y su cuerpo moviéndose al son de la música. Era la noche perfecta, era la vida perfecta hasta que su mejor amiga le presentó al culpable de todos sus tormentos.

Al principio le pareció un tipo común. Sin grandes atractivos, algo mayor y hasta lo miraba con ojos de desconfianza por la manera en como le hablaba, como si la conociera de tiempo atrás.

- Tiene un pelo espectacular, bueno toda Usted es un espectáculo completo.- le dijo Sebastián viéndola de pies a cabeza.

A Andrea le pareció muy atrevido el cumplido y se limitó a darle una sonrisa en vez de agradecerle el piropo y siguió bailando provocativamente ante la mirada vigilante del admirador que recién acababa de conocer.

Desde el primer momento el no escondía su deseo de poseerla. No lo disimulaba. La miraba de pies a cabeza como si la estuviese estudiando de a poco. Andrea se percató de ello y en vez de enojarse cada vez se intimidaba más ante la mirada insistente de ese hombre trigueño y fornido que bebía Wiski e ignoraba la plática de sus amigos para no perder detalle de su próxima conquista.

Al día siguiente ya hablaban por teléfono como viejos amigos. Sabe Dios como se las ingenió él para lograr que ella no lo mirase con ojos desconfiados y hasta le aceptó una invitación para llevarla a cenar.

- Me encantas, siento que te conozco de toda la vida, ¿has sentido eso por alguien?.- le decía Sebastián mientras le agarraba la mano.
- No, jamás… - le respondió Andrea aunque sabía bien que mentía. Estaba totalmente deslumbrada por ese hombre.

Sebastián sonrió como si adivinara sus pensamientos, como si supiese que la tenía loca por él. En tan poco tiempo se fue ganando su confianza. Ella le contó esa noche toda su vida. Sus amores fallidos, su amor al arte, a los perros y al shopping. Él la observaba callado y sonriente, parecía como estar disfrutando lo que escuchaba.
Pero cuando le tocó hablar sobre él, cambió el semblante.

- Quizás no quieras volver a verme después de lo que te voy a decir.-le dijo en un tono serio, ella se imaginó lo peor… y sí era lo peor.
- Estoy casado. Prefiero que te enteres por mí y no por nadie más. Tampoco quiero mentirte. Soy sincero. – le decía hasta que Andrea lo interrumpió.
- Quiero irme a mi casa.- Sebastián no trató de convencerla e hizo lo que ella le pidió.

Pasaron días pero ella no le contestaba el teléfono ni los mails. Estaba realmente asustada. Nunca en su vida planeó meterse con un hombre casado, venía de una familia unida y siempre criticaba a las mujeres que destruían hogares pero por otro lado estaba esa química que sentían entre ellos, ese deseo mutuo de quitarse la ropa.

Pero hay cosas como el amor que ni la conciencia ni la fuerza más grande de la tierra pueden domar. Él ya se había instalado en su cabeza así que decidió llamarlo para verlo. El aceptó gustoso y pasó por ella para ir a cenar. En cuanto ella se subió al carro y vio sus hermosos ojos le valió un comino su estado civil; le latía el corazón a mil. Él también parecía nervioso pero estaba sonriendo como siempre.

- Te voy a explicar todo… no tengo hijos, me casé hace un año pero mi matrimonio es un total fracaso, no soy feliz…. Yo…
- No quiero explicaciones y tampoco mentiras.- le interrumpió ella. - Solo besame…

Él se quedó sorprendido y accedió feliz a sus deseos. Se besaron como dos lobos hambrientos. Ella rozaba su cuello y aspiraba su tenue loción, él no andaba con rodeos y de una se fue a su zona sur, metió su mano bajo la falda de ella y empezó a conocerla mejor… no les alcanzó el tiempo para ir a otro lado, hicieron el amor allí mismo, con los vidrios empañados, con los gemidos de ella, con la excitación de él, pareciera como si fuesen amantes de una época pasada, sabían que hacer y que no, sabían que le gustaba al otro, era perfecto.

Y después de esa noche llegaron muchas más pero cada vez había más pasión, más ardor, más dolor. Ella odiaba la idea de tener que compartir al hombre que la volvía loca, se culpaba terriblemente por meterse con un hombre comprometido y por días terminaba su relación con él. Salía con otros hombres para poder olvidarlo pero era peor. Cuando él se enteraba que besó a otro tipo, se ponía enfermo de celos, la buscaba embravecido, tocaba la puerta de su apartamento con la idea de encontrarla en los brazos de otro para matarlos a los dos. Pero siempre estaba sola, como si lo estuviera esperando. Él la miraba y se olvidaba de cualquier pensamiento asesino. Se la comía a besos, las peleas de reclamos por parte de ella y advertencias por parte de él terminaban en largas sesiones de sexo y placer… cada vez, ambos se volvían más obsesivos, cada vez se hundían más y más en una pasión adictiva.

Todos los días Andrea volvía a su casa con el temor de encontrar en su puerta a la esposa de Sebastián, o ver un mensaje de ella o una bomba escondida entre sus plantas. La culpa es terrible, por eso le terminaba todo el tiempo, pero siempre le ganaba la pasión, no hacía el mínimo esfuerzo para resistirse a los besos de su amante. Besos agridulces que la hacían tocar el cielo y vivir en el infierno a la vez.

Andrea no sabe en qué momento permitió que todo esto pasara. Le ha puesto un ultimátum a Sebastián: que deje a su mujer o se olvida de todo. Ya han pasado tres meses que no sabe nada de él. Andrea tiene la ligera impresión de que él se decidió por ella, en el fondo sabe que no la abandonará, pero tampoco dejará a su esposa y por eso se siente la peor persona del mundo.

Ya darán las 2am  sigue sin concebir el sueño. Después de repasar su vida los últimos meses, le gana el corazón y se olvida de cualquier pecado, agarra su celular y escribe un mensaje de texto: “Te extraño, te quiero ver.” No pasaron ni dos minutos cuando él le respondió: “Yo también te extraño, mañana paso por vos a las seis.”

CONTINUARÁ…


domingo, 16 de septiembre de 2012

“DIOS NO TIENE RELIGIÓN”



Me acuerdo la primera vez que me fui a confesar con un sacerdote para poder hacer mi Primera Comunión. Tenía ocho años y estaba en segundo grado. ¿Qué pecados podría haber tenido a esa edad? El caso es que iba con un miedo nervioso y con mi corazón palpitando a mil; le confesé al Padre que me portaba mal porque a veces le contestaba mal a mi mamá, sin olvidar que una vez dije una mala palabra en la escuela. Gracias al Cielo, mi corazón se sintió aliviado cuando el cura gringo y anciano puso su mano en mi cabeza y me dijo en un español poco entendible: “tu estár perdonada y absuelta de todo pecado. En el nombre del Padrue, del Hijou y del Espíritu Santou”.

Me pregunto si ese “perdón” que me dio el sacerdote de mi pueblo, sigue siendo vigente a mis 21; ya que no he vuelto a confesarme en ninguna Iglesia, con ningún sacerdote, con ningún pastor ni con nadie, salvo con mi mejor amigo y mi laptop.

Mi familia materna es meramente católica. Y yo como es de esperarse fui criada bajo las tradiciones del Catolicismo. Fui a una escuela que se llama Centro Escolar Concepción de María. Me gradué de un colegio que se llama Oscar Cardenal Rodríguez (para variar). Intentaron imponerme la tradición de asistir a misas los domingos. Comer la hostia. Aprenderme de memoria El Credo, el Rosario y otras oraciones de santos que no recuerdo ni el nombre.

Me enseñaron a persignarme cuando uno pasa en frente de la Iglesia, cuando se escucha un trueno, cuando alguien muere, cuando se termina de rezar, cuando alguien invoca al diablo, cuando se mete a bañar, en fin… para todo.

Crecí creyendo que ser católica era casi como un orgullo, porque creía que era la mejor religión, las iglesias son mucho más bonitas, los sacerdotes no son tan escandalosos como los pastores y lo mejor de todo: uno puede dar lo que uno quiera en la ofrenda.

Pero cuando descubrí el maravilloso mundo de los libros, me fui enterando de muchas cosas pero aún mi mente seguía atada a un hilo de tradición. No fue hasta que entré a la universidad que por primera vez escuché a alguien hablar mal del catolicismo, del Vaticano, del cardenal, de los obispos, de toda la estructura de La Iglesia Católica. De su oscura historia y de su dudoso futuro.

Todavía recuerdo la excitación de aquel hombre al hablar de la corrupción y la crueldad de la “Santa Inquisición”, de los casos de pedofilia entre otras abominaciones con las que se ha relacionado a la “Santa Iglesia Católica”. Al escucharlo me sentí sorprendida por un lado y por otro lado aliviada pues ya no me sentía tan culpable por creer toda mi vida en secreto que las misas son una cosa aburridísima, que me daba miedo cuando el cura hablaba en un idioma extraño, que nunca sentí un efecto sobrenatural al “comer” el cuerpo de Cristo en una laminita compuesta de harina y agua y que la frase “podéis ir en paz” era para mí el momento más feliz de toda la misa.

Pero por fortuna, no soy ni he sido de las personas que se traga y se echa al bolsillo las opiniones y razonamientos de los demás. Siempre tomo en cuenta lo que he aprendido y lo que siento. Creo mucho en la intuición y en el instinto. Es por eso que respeto y me gusta escuchar los juicios y las convicciones de los demás aunque no siempre esté de acuerdo.

Me tomo el atrevimiento de hablar especialmente de la Iglesia Católica porque nací y me he criado bajo dicha religión, y salvo por unas cuantas ocasiones he visitado iglesias protestantes, que en lo personal no me agradan. Son demasiado bulliciosas, el pastor no habla, grita. La gente parece entrar en un estado de trance y se tira al suelo, no sé si será real que en verdad son tocados por el Espíritu Santo… el punto es que no me gusta. Aunque debo aclarar que, como todo en la vida siempre hay excepciones, dentro de la misma tradición siempre está la cosa diferente, la cosa rebelde y no siempre se sigue el mismo protocolo. Con esto me refiero a todas las religiones.

Sin embargo no me he empeñado en ver el lado espiritual de las personas como un signo de debilidad, o la religión como nociva; todo mi problema radica en la manera en que algunas personas, a lo largo del tiempo, se han aprovechado de la religión, del propio Dios y de la inseguridad emocional de la gente (sobre todo los pobres) para obtener, poder, riqueza e impunidad.

No se debe hablar de religión como si fuere fanatismo, futbol o ideología política. Pero muchas personas se esfuerzan en parecer imbéciles y ridiculizar sus propias creencias religiosas, sobre todo si pretenden convencer a los demás que su credo es el mejor y el único verdadero y que los demás se equivocan.
Para mí Dios no tiene religión y a la vez tiene un poco de cada una. Creo que ese era su propósito. La diversidad, la variedad de pensamientos y culturas. Se me hace algo fascinante. Pero se me hace algo absurdo pensar que a él le gusta que alguien mate a otro en su nombre. Me pregunto qué pensará Dios cuando ve los casos de abuso a niños, el enriquecimiento grosero de algunos líderes religiosos mientras su pueblo muere de hambre.

No pretendo decir que pertenecer a una religión es estúpido. Es bueno para quien lo hace de corazón, siente la presencia de Dios y ayuda a los demás. El mundo ha parido a extraordinarias personas que han hecho mucho por la humanidad sin dejarse llevar por fanatismo o por resentimientos sin sentido.

Quizás muchas personas no estén de acuerdo con mi pensamiento o crean que lo que escribo es porque soy antireligiosa o atea como me ha dicho mi madre cuando le digo que no creo en los curas, ni en los pastores, ni en el diezmo. “Sos atea como tu papá”, me dice la vieja. Pero no sabe lo mucho que se equivoca. Mi papa no era ateo y tampoco religioso, hablaba de todo, pero en raras ocasiones hablaba de Dios. 

Y es que es cuestión de lógica y razón el creer que existe algo o alguien superior a nosotros. Pero mi punto no es filosofar sobre la existencia de Dios, es un tema que no discuto pero tampoco me ofenden las personas que lo ponen en duda.

Hay un único Dios, miles de religiones, millones de personas que lo buscan con rituales, con ofrendas. Con regalos caros a los líderes religiosos. ¿Sabrán estas personas que no es necesario ir a brincar o a escuchar todos los domingos el mismo sermón y ver el mismo protocolo en una Iglesia para sentir a Dios? Creo que la religión y el mismo Dios están dentro de nosotros. Están en lo que hacemos a los demás y a nosotros mismos.

La religión que elegí fue la de la Libertad. Libertad de amar, de pensar, de creer… Creo en Dios y creo en mí. Respeto a los católicos, a los protestantes, a los musulmanes y a los judíos pero no comparto muchos de sus argumentos. Creo que no hay poder más exquisito e inmenso que la libertad de decidir lo que somos y decir lo que pensamos y sentimos. Por eso doy gracias al tiempo y a la vida que no me puso en la época Medieval, cuando La Santísima Inquisición se dio gusto quemando la mollera de los libres pensadores.

Quizás siga yendo a Misa cuando la ocasión lo amerite… quizás tenga que hacer La Confirma para poder casarme en una Iglesia Católica y así le daría gusto a mi abuela, a mi mamá y a mis tias. Quizás tenga que bautizar a mis hijos para que no les digan que tienen el pecado original. Lo haría y más por tradición que por convicción. Pero nunca, jamás, nadie me quitará el derecho de creer y pensar como me plazca. 

domingo, 9 de septiembre de 2012

Confesiones de un Patán.



-        
 ¿Pero decime por qué? ¿Por qué tenés que buscar a otras mujeres cuando tenés a una que te ama y lo mejor, que vos también amas? – le decía en un estado crítico de alteración y un tanto alcoholizada.

-         
Es que vos no entendés… - me decía el patán en un tono tranquilo, sobrio.

-          ¿Qué no entiendo? Yo entiendo yo no soy tonta.

-          No, las mujeres no entienden que uno es diferente, somos hombres. – me dijo sonriendo.

El patán es un viejo amigo. Estábamos en su casa junto con otras personas. Tomando un poco. Celebrando sin razón, relajándonos un poco. Aprovechando que era viernes y la rutina aunque por un ratito por fin se acabó. Él parecía reírse de mí, de mi ebriedad y de mis reclamos de mujer despechada, pero quiero creer que solo la estábamos pasando bien y estaba contento de verme.

El patán (lo llamó así para no decirle un insulto y para proteger su identidad), es un tipo muy tranquilo, despreocupado por la vida, que anda siempre tras la jugada. Es amante de los carros de carrera y es el mejor conductor que he conocido en mi vida. Desde que lo conocí sentí cierta atracción por él y una que otra vez surgieron cuantos besitos furtivos, pero luego cometió el error de contarme ciertas “cosillas” de su vida y me di cuenta que era un perfecto machista y mujeriego.

Entonces decidí que debíamos ser amigos. Siempre me pregunto por qué no hice lo mismo con mi ex… en fin, el patán tiene su encanto. No es feo, siempre huele bien, a veces me invita a comer y lo mejor de todo: nunca se ha pasado de vivo conmigo. Siempre me ha respetado, incluso esa noche que me vio sumergida en otra galaxia gracias al vodka y al desamor. Por eso lo adoro, pero me indignan las cosas que dice, que piensa.
-        
         Es que mirá.- me decía el patán moviendo sus manos a manera de intentar explicarme algo. – los hombres no engañamos con intención de hacerlas sufrir. Es algo que ya está en nuestra Naturaleza de varón. Si uno mira una monita con buen culo que nos sonría y nos coquetee, es imposible no intentar conseguir algo…

-       ¿Algo? – le dije con sarcasmo.

-        Cogértela pues. – para no ponerle tantas flores.

Y entre su falta de tacto y elegancia para hablar, me fui ofendiendo poco a poco. Pensando si así serán todos. En realidad he conocido a muchos así, pero estoy consciente que no todos son así. Quizás es una etapa de pendejez que todos los seres del sexo masculino pasan, algunos no la superan. Pero  ante el Patán que me exponía sus secretos no quería convalecer y darle la razón. No quería… no quiero resignarme a creer que todos son así, entonces le debatí.

-       Te equivocas, no todos son así. He conocido hombres buenos, diferentes… - le dije como si delirara, sintiendo que el efecto de los shots se acentuaba.

-        No te engañes amiga, todos somos iguales, créelo, lo que sucede es que unos disimulan mejor, otros todavía no saben como lidiar con mujeres, otros son culeros, otros medio culeros y otros simplemente sabemos hacer bien las cosas. – me dijo creyéndose como el Tarzán, el “todo lo puedo” que anda enamorando un montón de ilusas.

Este Patán habla con tanta seguridad y orgullo de lo que es y lo que hace. Y por eso me da enojo y ternura con la misma intensidad. Enojo porque creo que las mujeres no son ningún objeto sexual, no solo porque una mujer sea coqueta significa que sea una regalada, en eso se equivocan mucho. Y también me da ternura porque pienso que quizás se ha vuelto tan cruel y machista gracias a los golpes que le habrá dado la vida.

En una oportunidad, él me contó los desdenes que le dio su primer amor. En lo mal que lo puso una vez una chica. A la cual sigue amando, pero según él con otra intensidad, como un amor acostumbrado. Ahora solo quiere disfrutar su juventud y su habilidad para “levantar” como dice él a la mujer que quiera, siendo sigiloso, hábil y sobre todo prudente.

-         Maldito, son unos malditos.- le dije riéndome pero con rabia.

-        Pero ustedes son peores, las mujeres son bien jodidas también.- me dijo señalándome con el dedo.
-          Si es verdad, pero casi siempre se lo merecen, por perros.

-         Ardida. Eso es peor porque lo hacen por venganza, uno lo hace por débil pero ustedes por maldad.- me dijo riéndose.

-        ¿Vos perdonarías a tu mujer si lo encontrás con otro?- le pregunté.
----- Se queda pensando------
-        
No sé… - me dijo mientras me pedía que cambiáramos de tema.

-    
 Ahhh! Verdad que no la perdonarías… pendejo. Machista, jodido.- le dije riéndome.

-          
Quizás si… Si yo la he engañado tantas veces, ¿por qué no habría de perdonarla?- me dijo el hipócrita.
-          Seamos honestos… ¿la perdonarías?- insistí.

-          -
Si solo fue un beso o si salió con él, sí. Pero si se acostó con él, jamás. – me dijo serio.

-         -
¿Te he dicho alguna vez que te pareces tanto a alguien que yo conozco?- pregunté.
-          Todo el tiempo.- me dijo.

Es muy triste lo que unos hombres nos hacen creer. Pensar que ellos tienen derecho de enamorar a cuántas se pueda, pero una no puede cometer un error porque somos lo peor, las brujas del cuento…

Mi amigo el Patán y otro cuantos que conozco están equivocados. Pero la vida les sabrá dar las requeridas lecciones para que se den cuenta que todo se paga, que todo lo que sembramos, cosechamos. No se trata de apuntar más nombres a la lista, para regocijar el ego y creerme el más macho del mundo. Se trata de saber invertir el tiempo y la energía en una sola persona y tener la certeza que no habrá nada mejor en la vida que envejecer con una sola persona y no quedar sola por todos los errores que se cometió en la juventud. Si mi amigo quisiera envejecer con varias debería pensar en convertirse en talibán y emigrar de aquí.

Y sin querer me da grandes lecciones y me previene de caer otra vez en unas garras similares.

-         
 Creo que nunca tendría algo con vos.- le dije sin intención de hacerle sentir mal.

Pero en vez de ofenderse, el Patán me dijo algo que me hizo un halago:
-         
 Por una mujer como vos, yo podría cambiar, cualquiera lo haría.

“Error amigo, - pensé en mi mente-. Así me dijo alguien una vez, le creí y me hizo sufrir. No sé si lo que decís sea cierto o solo es un truco para intentar seducirme. El asunto es que no me quiero arriesgar. Mi punto es que aún tengo la esperanza de enamorarme de alguien diferente.”

No le dije nada. Pero fingí que me gustó el halago y nos reímos los dos. 



domingo, 2 de septiembre de 2012

¿Para qué estudiar?



Recuerdo como si fuese ayer cuando vine hace casi cinco años con mis dos mejores amigos desde Olancho a hacer nuestro examen de admisión para entrar a la UNAH. La verdad no tenía idea de como sería entrar a mi nueva etapa de universitaria.

Primero no sabía qué estudiar y a la vez quería estudiar todo. Por una parte ya estaba harta del colegio, quería salir de mi pueblo e independizarme un poco más de mi familia. Pero por otro lado tenía cierto temor de dejar la zona de confort.

La primera semana de clases en aquella universidad tan grande fue un poco intimidante. Gente de todos estilos, colores y olores. Por primera vez en mi vida vi a una pareja de homosexuales tomados de la mano y haciéndose caricias sin que les importe mucho las miradas de los sorprendidos como yo, con el tiempo me fui acostumbrando.

Siempre estuve atenta a los consejos que me daban mis primas mayores de no andar preguntado dónde quedaba tal edificio, pues según por tradición o simple maldad, los estudiantes más veteranos dan la dirección errónea y si es posible, los mandan al otro lado de la U a los ingenuos de primer ingreso que no ubican todavía los edificios.

Fue ir conociendo otro mundo. Y me gustaba la idea. Aún recuerdo los nombres y los rostros de mis maestros de las clases generales. La mayoría de ellos eran algo psicóticos y no los culpo. Dar la misma clase tres veces al año por tantos años debe causar algún tipo de trastorno o fastidio.

Empecé a estudiar Psicología creyendo que era la carrera que me convenía. Pero siempre sentí cierta incomodidad, creía que alguien más debería estar en mi lugar. No es lo mismo que algo te guste y te llame la atención a que lo tengas que estudiar y lo peor, ejercerlo toda tu vida. Creo que reaccioné a tiempo y no me arrepiento de haber aprobado varias clases. A fin de cuentas quiero pensar que e sirvió de lección y enseñanza para toda la vida.

En junio del 2009 tenía un año y medio de estar en la universidad y poco después del Golpe de Estado, ya estaba matriculada en la carrera de Periodismo. “Me he dado cuenta lo que realmente deseo hacer” escribí en la solicitud de cambio de carrera. A mi sorpresa me respondieron a la media hora: “Solicitud aprobada”. Era tan sencillo, pero sé que era el destino. Algún gusanito insistente se metió en mi cabeza hasta que conseguí lo que quería. Estaba decidida que quería escribir, quería contar historias. Contar la verdad que no todos se atreven a decir y la que muchos tratan de ocultar a costa de lo que sea.

Son tantas cosas que he aprendido siendo una estudiante universitaria. Pero al final es poco de lo mucho y lo infinito que hay por saber y aprender. Con el simple hecho de sentarse a observar en silencio, uno se da cuenta de muchas cosas, uno puede observar su propia posición en la sociedad. Uno puede ver como será su futuro en la “vida real”. Y es realmente triste ver tanta indiferencia en muchos alumnos, crueldad en muchos maestros y como es de esperarse la bendita corrupción que no solo contagia como plaga nuestra universidad si no todo el país.

Pero mentiría y sería hipócrita si digo que soy de las que andan gritando, exigiendo los derechos propios y el de los demás, no soy partidaria del relajo y la violencia. Me fastidia mucho cuando hacen huelgas largas e inútiles y sacan alumnos de clases creyendo que así resolverán todo. Hay quienes defienden y muy buen sus puntos de vista, pero simplemente no comparto sus métodos. Y no por eso soy una indiferente o golpista o ñángara o lo que sea.

El caso es que, en estos cinco años que llevo de estar estudiando creo que tengo muy bien establecida cuál es mi ideología política, cuál es la religión que deseo profesar que por cierto no es ninguna de las que todos conocen si no una que yo misma me inventé. Sé quienes son los dueños de mi país y los que nos tienen jodidos y para nuestra sorpresa somos todos los culpables, no solo las 14 familias que mis maestros dizque comunistas no se cansan de repetir.

Lo mejor que me pasó fue redescubrir mi vena literaria y querer contar todo lo que veo por si algún día me pega Alzheimer y se me olvida que un día quise hacer algo bueno con el regalo que me dio un Dios con los ojos vendados.
Solo en la U pude comprender mejor el arte, la música en todas sus formas, el cine que ha despertado en mi una pasión descomunal, la fotografía, en fin… me encanta ver como los jóvenes nos expresamos sin tener que dañar a nadie y lo mejor de todo es que uno se libera, se desahoga haciendo harte. Creo que la UNAH y todas las instituciones públicas de educación deberían reforzar las ofertas académicas en áreas artísticas y dejar de pensar un poco en que los estudiantes de Derecho y Medicina son quienes merecen la mejor educación por su fama y prestigio.

Me pregunto cuántos de esos miles y miles de jóvenes están estudiando lo que realmente les gusta, lo que les apasiona desde pequeños o quizás solo están viviendo el sueño frustrado de los padres de querer ser abogado o ingeniero. Valiéndoles un comino si el fulano desde niño quería ser actor o maestro. No saben el grave error que comete un padre al imponerle a su hijo lo que debe estudiar porque cree que es “lo mejor”. Para decirlo más vulgar es como cagarse en la vida del ser que más quieren.

¿Para qué estudiar? Me pregunté una vez yo y creo que se preguntarán muchos que al igual que yo no sabían (o no saben) qué hacer con sus vidas. Es una pregunta que la lógica te lo puede responder o la gente simple que se cree astuta: “Estudio para comer, como para vivir”. Claro que suena lógico, pero para mí esta mal ubicada la ecuación. Uno no debería estudiar para hacer dinero, uno debería estudiar para ser un poco más humano. Para saber que entre más conocemos más nos damos cuenta lo ignorantes que somos.

¿Dinero? Puedes ser multimillonario sin tener que poner un pie en la Universidad, pero la educación es algo que no vale ningún dinero del mundo, sin embargo en mi país es gratis y muchos no la aprovechan. El estudio se debe ver como una necesidad del espíritu y no del bolsillo.

No hay que estudiar en Oxford o en Harvard para decir que estamos en la mejor universidad del mundo. Eso cada quien lo hace, de cada uno depende el prestigio que le das al lugar donde estudias. Si la supiste valorar te esmerarás de aplicar lo que aprendiste y ser un buen profesional.  Si me preguntan a mi yo siempre diré: estudie en la mejor universidad del mundo.  

lunes, 6 de agosto de 2012

La Venganza Perfecta




He prometido no volver a hablar sobre él. En primer lugar  por paz emocional y espiritual, segundo porque después él piensa que todo lo que escribo es para él y tercero porque siento que ya no es tan relevante en mi vida. Pero yo no escribo por despecho sino por desahogo, y no escribo para atacar sino para nunca olvidar lo que he vivido.

Cuando conocí a A. no lo encasillé en ningún rol romántico ni me propuse conquistarlo, it was just a game, era casi como: si… está medio guapo, es varonil, besa muy rico, tiene personalidad y hasta allí no más. En realidad fue algo que se dio y ya.

La atracción física que sentíamos era de locos, no podíamos estar despegados (literalmente), era la pasión en estado puro y sin querer nos fuimos metiendo a un rollo algo complicado, al principio era bonito, era excitante después poco a poco fue siendo tan agobiante que solo conseguimos hacernos daño.

Él es extremadamente machista, yo, un alma libre y mi desagrado a los títulos y nombres que te hacen “propiedad” de alguien.

Las reglas fueron muy claras al principio: nada de celos. Respetémonos. Nada de hablar ni salir con otras personas. Somos novios pero también amigos, nos llevamos tranquilo y hay que hacer que funcione, mi amor, mi princesa…ujumm bullshit.

Y mientras Juan El Loco y Felipa La Hermosa terminaban de enamorarse, empezaban también a desbaratarse. Preguntando dónde estás, con quién estás, quitá esa foto, dejá de ser tan coqueta, dejá de ser tan celoso, por qué te manda fotos esa zorra, por qué te habla así ese pendejo, por qué no te das tu lugar, ¿por qué no me das MI lugar…?   

Cuando agarré su celular y leí conversaciones con otras mujeres me dolió mucho y no porque estaba totalmente cegada y creída de que él era el hombre más fiel del mundo pero si me preguntaba a mí misma: ¿por qué si es tan celoso conmigo y me exige fidelidad, hace esto? Pues precisamente por eso amiga, “el que las hace se las imagina” y se las imagina peor.

Mi confianza se desmoronó por completo, así como mi respeto y el amor bonito que empezaba a sentir por él. Estaba segura que continuar así sería una tortura placentera pero tortura al final. Pero la pasión seguía allí, intacta, es más crecía con las peleas, entre más te odio, más te amo, entre más me hagas yo te hago. Era una lucha de poderes y una obsesión que salía de control. Lo podría comprar casi casi como una adicción, de esas que no te dejan nada bueno.

Ya no importaba lo que él dijera o lo que hiciera. Y trataba de seguir con mi vida. Ignoraba sus mensajes y sus llamadas; cuando alguien me contaba algún chisme y yo tenía la sospecha de que era verdad me dolía mucho.

¿Entonces eso es lo que de verdad querés, que terminemos? – me preguntó una tarde después de días de insistirle que las cosas ya no estaban funcionando.
Si, eso quiero.- le dije con mi corazón achucharrado.
-Vos sabés que te amo pero no te voy andar rogando aunque me muera y lo sabés.- me dijo con su ego derrotado y con aires de amenaza.
-No quiero que lo hagás, vos sabés que también te amo pero ya es demasiado.- le dije en ese momento decidida.- se acabó.

Y en esa ruptura melancólica y cursi a la distancia; y A. haciendo honor a su frágil madurez, me borró de su BBM y no supe más de él hasta la madrugada, y para mi sorpresa no era su típica llamada de borracho diciéndome que ama y esas cosas. No. Era mi mejor amigo.

-Gorda, prométeme que no lo vas a llamar.- me advirtió.
Te lo prometo Negro, ¿qué pasó?.- le pregunté.
A. me dijo que quería salir e invitó a dos amigas. Le pregunté: ¿estás seguro de lo que haces? Y me dijo: “tu amiga me dejó, yo estoy soltero.” Entonces yo me quedé en el carro viendo quienes eran. Una, que es la bonita me la estaba tirando a mí, no es fea pero se nota que es una zorra. La otra con la que él anda. No es tan bonita, no te llega ni a los talones Gorda, pero parece que está tonta por él.

Y mi amigo no terminaba de contarme el cuento cuando le colgué y  lllamé a A. con la voz entrecortada para reclamarle. Me sentía como esas esposas llorándole al marido por las amantes, pero me sentía con todo el derecho de hacerlo. Y lo único que me contestó fue: ¡terminamos! ¿Ya no te acordás?, Fue un golpe bajo.

Y entre los mismos reclamos y ahora con heridas, pasaban los días. Dejándome a la incertidumbre. Un día quiero cambiar y quiero ser el mejor hombre. Otro día soy el mismo patán y hago lo quiero. Era como un castigo de su parte por haber terminado con él.

Entonces me harté. Un buen día empecé a escribirle a L. le dije que tenía ganas de salir esa noche y listo, me dijo que no le gustaba ir a bares y a discos porque se mete en líos pero haría el sacrificio por mí. Aceptó gustoso no sin antes hacerme la pregunta que no quería que me hiciera: “¿seguís de novia de A.?” y yo entre queriendo evitar la respuesta… le dije: “estoy soltera”.

L. no es la gran cosa pero si es más agraciado que A. sin embargo A. es más atractivo y mejor me abstengo en eso de las descripciones y comparaciones que ya no vienen al caso.

Era un viernes. Entré al bar, siempre al lado de mi mejor amigo. Nos sentamos y nos quedamos viendo. “¿Estás segura?” me preguntó con una sonrisa cómplice. “Segurísima” le dije.

Y al rato llegó L. nos saludamos, me pidió una cerveza y empezamos a platicar tranquilos, a pesar del barullo que había. Mi mejor amigo se levantó a bailar sabe Dios con quién y las cervezas fueron dos, fueron tres. Y L. se hacía cada vez más atractivo para mis ojos.

Y nos besamos. Y luego las miradas sobre mí. Los amigos de A. viéndome como si fuese la peor de las whores pero no me importaba. Estaba jugando con fuego pero ya qué más daba, entonces fingí que me divertía y que me parecía interesante esa conversación romántica que de hecho poco recuerdo.
Al rato A. entró y me vio con L. agarrada de la mano. Riéndonos y platicando muy cerca. Él estaba con otra de sus “amigas”, una distinta, una mujer muy vulgar por cierto y no lo digo por despecho, pero si parecía alguien de muy baja categoría.

Entonces A. se acercó a la mesa. Saludó a L. pues al parecer eran compañeros en la U (peor no podría ser), le dijo algo muy cerca que no alcancé a escuchar,  volteé a ver a otro lado para evitarlo, pero él se acercó y me agarró una mejilla con sus grandes manos y me dijo: hola…

Es difícil de describir lo que vi en su cara en ese momento y lo que sentía yo en el corazón. No le dije nada pero lo vi fijamente a los ojos y lo que vi fue su dolor, decepción, ira, resentimiento. Fue como verme a mí misma. Todo eso que yo sentí cuando descubrí que me engañaba.

Su mirada sobre mí siguió allí, fija toda la noche incluso cuando estaba bailando con su acompañante, luego me mandaba mensajes de texto advirtiéndome que si no me apartaba de L. “las cosas se iban a poner feas”, yo no lo creía capaz de armar un escándalo, pero si me puse nerviosa cuando empezó a escribirle a L. amenazándolo y diciéndole sabe que tonterías, sin duda que el alcohol y la estupidez no son una buena combinación...

Al final L. decidió irse para evitar problemas y yo me quedé aliviada, al rato mi mejor amigo y yo nos fuimos; el loco de A. quedó bailando con su churnia.

Más tarde, a las 3 de la madrugada me despertó su tercera llamada. Y sí, esta vez sí era A. estaba borracho, estaba dolido… y con todo su machismo, toda su ternura y resentimiento me preguntó: “¿por qué lo hiciste?” A lo que yo respondí con una especie de satisfacción y orgullo pero a la vez sintiendo su dolor: Ajá, contame… ¿cómo se siente?


Y así fue. Al gran macho le dieron de su propia medicina. El intocable. El que las hace sufrir a todas… jaja. ¿Que si me siento orgullosa? ¡No! ¿Qué si me arrepiento? ¡Jamás! Pero la verdad no se lo volvería hacer a nadie. Desde ese momento el cree que soy igual que él. Y quizás no debí hacerlo. Pero era lo que mi intuición me dictaba en ese momento. Y a parte ese cabrón se lo merecía.

Desde ese día descubrí que los hombres también sufren, también lloran, también se decepcionan. Y es tan divertido hacerles saber que no siempre somos las que aguantamos y sufrimos y en silencio todas las burradas que nos hacen.

La época del sometimiento ya quedó en la prehistoria. Ahora se trata de dar lo que se recibe y no me refiero a que esta bien hacer lo que hice pero no me juzguen y déjenme sentir ese placer culposo al recordar esa cara de mi ex… aún me río cuando me acuerdo.

Por cierto L. espero que nunca leas esto y A…. anyways.

miércoles, 1 de agosto de 2012

El Príncipe Azul





Si, es cierto. Todas en algún momento hemos soñado con ese hombre perfecto. Ese príncipe soñado que llegará en un Ferrari en vez de un corcel, que nos llene de flamantes besos y regalos, que sea esa pasión desbordada, que huela rico, que tenga ese porte de caballero y sonrisa pícara, que sea culto, que tenga  todo grande, que te complazca en TODO y que la familia lo adore y tus enemigas te lo envidien a morir.

Es cierto. Todas somos algo pendejas. Todas somos ilusas al creer que un hombre ideal y perfecto nos espera en algún lado. Pues no. Te tengo noticias, la perfección es algo que no se nos concedió a los humanos y mucho menos se les dio a los varones. Esos seres especiales que causan el amor y el odio en nosotras con esa misma intensidad.

La buena noticia es que si bien no existen los príncipes azules, si tenemos el poder de saber elegir a alguien que al menos tenga esas características que deseamos y después moldear sus defectos para hacerlos más perfectos a nuestros ojos, como quien dice, hay que saber besar al sapo para convertirlo en príncipe.

Pero no te alegrés. Que no en todos los hombres funcionan los hechizos. Siempre hay algún idiota que nos tratará de arruinar la existencia al hacernos creer que es el tipo ideal, la cosa más bella, el mejor amante, el único amigo, el más chistoso, el todo. Y después de un tiempo, así por arte de magia saca su verdadero yo y entonces conoces a la bestia que resultó ser todo lo contrario de quien te enamoraste. Como cree que te tiene en sus manos (y quizás así sea), te hará ver que él es quien de verdad te mereces y tenés que aceptarlo así. Si, eso me paso a mi, ríanse pero no mucho porque a todas nos pasa.

Entonces después los poetas andan escribiendo frases absurdas como la que dice que el amor va de la mano del sufrimiento, nos tragamos ese cuento y asumimos que así debe ser. Pendejada completa…

Sé que todas las mujeres somos diferentes. Hay unas muy bellas, otras no tan bellas, algunas un tanto feas y otras que no sabemos lo que somos pero nos sentimos bien frente al espejo. El caso es que todas pensamos, sentimos y actuamos un tanto diferentes… todas buscamos quizás hombres diferentes que se apeguen a nuestros intereses, pero cuando se trata del amor, cuando es sobre AMOR creo que todas tenemos un mismo patrón de estupidez a seguir. La buena noticia es que no es para toda la vida. De alguna u otra manera tenemos que aprender. Para mi desgracia a mí me queda mucho camino que recorrer.

No soy ninguna gurú en relaciones ni quiero serlo, sería la menos apropiada para hacerlo,  soy joven, soy inexperta, aún me queda mucho por vivir y conocer, pero si me tomo el derecho de decir y expresarme en base a lo que he vivido en mi piel y en la de otras personas.

Tenemos la misma naturaleza, esa magia de sentirnos mujeres y dejarnos conquistar. He conocido caraduras que dicen que no creen en esas pendejadas del amor, y que todos los hombres son iguales bla, bla, bla… yo fui una de ellas, de hecho todas en algún momento nos volvemos de roca debido a los golpes y a los “fracasos”. Pero en algún rinconcito de nuestra alma disecada queda algo de ilusión y esperanza de encontrar el amor verdadero. 

Y la pregunta del millón ¿cómo encontrar al hombre de mi vida? Pues hasta ahora creo que no podré contestar esa pregunta porque no tengo idea y si lo supiera allí estuviera con él aprovechando el tiempo y disfrutando mis mejores años de juventud. Siento que hablé como una solterona que la está dejando el tren. Pero solo soy alguien que cree que merece algo mejor.

Pero algo de lo que SI estoy completamente segura es saber identificar a quienes NO podrían ser mi príncipe azul. Y eso solo se podrá saber conociendo bien a la persona de quien te quisieras enamorar. Mi experiencia me ha dicho con golpes y trancazos que no se debe entregar el corazón a nadie así por así, solo porque te subleva y te revienta las hormonas. La ignorancia es el opio del amor.

Entonces, muchos hombres se preguntarán: ¿qué es lo que quieren las mujeres? Si la trato bien y soy el príncipe que quiere, me creerá un tarado y se aprovechará de mí, y si la trato mal ahí andará  como bruta enamorada, “¿quién las entiende?” dicen los freaking hombres, y es verdad. El 80% de nuestras lágrimas son debido a que no sabemos lo que queremos.

Todas tenemos pretendientes, quien diga que no es una mentirosa. De alguna u otra manera atraemos a más de uno. Ojo que no siempre vienen con buenas intenciones. He mencionado más de alguna vez a mis queridos buitres. Esos son aquellos seres que le hacen honor a su naturaleza de animales irrazonables que solo quieren aparearse, dicho más vulgar y más claro, son esos que solo quieren coger. Meterla, sacarla, acabar y adiós. Nice to meet you.

De esos he conocido varios. Tampoco digo que me he metido con ellos. Con verlos, tratarlos un poco y pasar a la fase “b” es suficiente. Y digo en plural porque son más de uno pero no son un montón; digo tampoco soy aquella bomba sexy para que todos se derritan por mi. Pero algunos hombres son así. Ven una escoba con falda y se les enciende el motor. Ni modo así son, ¿qué le hacemos?

Después de los buitres están los pretendientes. Esos que llegan de manera diferente. Esos que no los conociste borracha en un bar, ni lo besaste por despecho. Son esos que quieren llegar bien y te dan la mejor impresión de sí mismos. Quizá te conoció por Facebook o te lo presentó tu mejor amiga o es amigo de tus primos. El caso que te invita a salir, te pide tu número, te escribe, te llama, pasa pendiente, te hace creer la más bonita, la más inteligente. Etc. Y esto suena perfecto si ese baby nos gustara también. Eh ahí el meollo del asunto.

¿Qué pasa si él no te gusta? No tiene aquella gran vozarrón, no es alto, no tiene las manos grandes; esas y otras más tonterías que al fin y al cabo son puros pretextos. Tu ego es más grande. Solo querés andar con el mejor, el más guapo, el del mejor carro, el que conoce a todo el mundo. Aunque sea un patán completo, te vale un comino, al final te enamoras, el Brad Pitt te hizo porra y el chico que te consentía tanto se buscó a otra, y ahora piensa que sos una narcisista y encima cree que te mereces lo que el pendejito te hizo.

Siempre dibujando panoramas trágicos. Pero que pasa si de verdad el pretendiente no es lo que queremos. Sin ser superficiales y sin esperar que el turco millonario que anda en un Mercedes Benz del año te vaya a proponer matrimonio. Hay que ser realistas sin dejar de soñar. Hay personas que solo los queremos como amigos y eso está bien. No somos las malas por pensar así. Cuando alguien no te gusta no te gusta y punto.
Si una mujer rechaza a un hombre quizás no sea porque se cree demasiada cosa para él. Y por lo contrario, si una muestra algo de interés en alguien que nos guste no necesariamente será porque somos zorras o fáciles. Simplemente andamos buscando al indicado (bueno eso depende cómo y a quién busquemos), no se puede juzgar a nadie solo porque no siente lo mismo que nosotros. Debemos aprender a querer y a amar utilizando la razón.

¿De quién quiero enamorarme? Sería la pregunta correcta. Será de un buitre. Será de un turco. Será del vecino del barrio. Del chico que me dedica versos. De aquel que me regala rosas. De aquel que está casado. Del que me ignora. Del que tiene dinero. Del que me conoce bien. Del que la tiene grande o simplemente de aquel que me ha demostrado que me quiere.

Si pensaste que la última opción es la más coherente te felicito, ya estás en otro nivel de tu vida, estás más cerca de tu príncipe azul, más cerca de lo que crees. Serás muy feliz. Pero si sos como yo y te seguís enamorando de puros pendejos, bienvenida al club, quizá en una de tantas le pegamos y encontramos al príncipe, aunque no sea tan azul… Pero que sea príncipe ante todo. 

domingo, 22 de julio de 2012

Todo Es Posible


Expectativa: Es 2007. Estoy en el colegio, disfrutando de mis amigos, bebiendo ron y vodka, having fun, bailando reggaetón, riéndome por cualquier cosa, quiero olvidarme del amor, quiero ser invencible, todos son lindos, amo a todo el mundo, soy poderosa. Estoy loca por entrar a la U. quiero ser abogada, lo que mi padre siempre quiso. Estoy viviendo la vida. Qué hermosa es la adolescencia.

Realidad: tengo 16 y estoy en último año, en el colegio los maestros se dieron cuenta que mis amigos son unos borrachos, me expulsan del  colegio por “perturbar el orden”, mis amigos no son tan lindos, no los quiero ver, no siempre están cuando los necesito, me quedé en una clase, quizás no me gradúe, ya no soy tan poderosa, tengo miedo de irme, dejar mi casa, soy más débil de lo que creo.

Expectativa: es mi primer año de la Universidad en una ciudad algo grande. Me matriculé para estudiar Psicología. Conozco gente muy excéntrica e interesante. Me gusta lo que estudio. La vida lejos de casa no parece ser tan mala. Salgo a fiestas. Que rico es ser independiente.

Realidad: extraño mucho mi casa. Ahora tengo que ahorrar más. Esta carrera es bonita pero siento que no es para mí. Hay gente muy loca, los maestros están todos locos. Creo que Freud es un tanto obsceno. La psicología es para gente muy capaz. Es un atrevimiento el mío estudiar esto sabiendo que estoy loca.

Expectativa: hay unos vecinos que están muy interesantes. A mis primas y a mí nos coquetean. Son futbolistas, tienen un cuerpazo, son altos, visten bien, esos bíceps, esos abdominales. Uno de ellos me pidió mi número, somos amigos en Facebook y me invitó a salir… ¡qué emoción!

Realidad: salimos varias veces con los futbolistas son unos completos idiotas. Al principio nos divertíamos, después sacaron las garras. No hubo nada que lamentar, pero ahora sé que una cara bonita no es sinónimo de buen prospecto. Mejor sigo con mi eterno amor. Amándolo de vez en cuando. Mejor viejo conocido que peor por conocer.

Expectativa: me matriculé en Periodismo. Fue una decisión repentina. Estoy entusiasmada. Quiero hacer nuevos amigos.  Quiero aprender técnicas de redacción. Quiero ser una escritora. Quiero enamorarme del hombre ideal.

Realidad: En el país hay un Golpe de Estado y todo parece un caos. No he recibido clases. Estoy algo decepcionada. No sé si deba estudiar eso. Mi madre no está muy contenta. Ella quiere que sea abogada así como mi padre quería. No sé qué hacer. Solo quiero escribir. Quiero escribirle una novela a Mel.

Expectativa: por fin las cosas se calmaron un poco. Por fin entré otra vez a clases. Me emociona mucho las clases de español y las de Derecho  porque solo de política hablan. Estoy entusiasmada. Mis ganas de estudiar jamás estuvieron tan sublevadas. Por primera vez en mi vida disfruto la vida de estudiante.

Realidad: ya todos me tienen harta, solo hablando de Mel y Micheletti. Qué novela ni qué mierda. Ninguno se merece que yo gaste mis neuronas, mi retina y mi energía hablando de lo mucho que han jodido al país. Políticos estúpidos. No sirven para nada. Mis maestros también. Solo hay dos de calidad, los demás son basura. Solo se van a sentar a hablar de su vida y sobre la novela del golpe.

Expectativa: he hecho amigos en mi nueva carrera. Estoy segura que tomé la mejor decisión. Hay un maestro que se ha hecho muy amigo mío. Le gusta como escribo y me emociona la idea de saber que hay gente como yo. Enterarme de que también se puede comer escribiendo, haciendo lo que más amo. Estoy en el lugar indicado con las personas indicadas, estudiando lo que debo estudiar.

Realidad: no me gusta redactar noticias y peor si son malas noticias. Creo que mi amigo el profesor me sobrevalora. Lo estoy decepcionando. No sé si escribo bien. Creo que ya no quiero ser escritora. Debí elegir estudiar para abogada.

Expectativa: la seguridad y la autoestima han regresado a mí. La vida trascurre tranquila hasta que conozco un abogado. Él es atento conmigo. Nos hacemos amigos. Me pide mi número. Hablamos por Facebook. Poco a poco me voy enamorando. Él tiene todo lo que siempre busqué. Es el hombre ideal. No puedo estar más feliz e ilusionada.

Realidad: el abogado de ensueño resultó siendo “The devil’s advocate”. Que bruta soy. Se acabaron las sonrisas, las noches de insomnio felices. Que pendeja, creer que un hombre es mejor sólo porque tiene más años. Estoy llorando, no quiero fiestas, no quiero saber nada de nada. No quiero saber nada del amor.

Expectativa: mi mejor amigo me presentó a alguien. En realidad ya lo conocía pero no me llama la atención. El abogado del diablo ha vuelto como si nada hubiese pasado. Ya no siento lo mismo pero no puedo ignorarlo. Creo que lo voy a querer toda mi vida. No me interesa nadie más. Creo que todos merecen una nueva oportunidad. La luz regresó a mi vida. El otro... es un “x” para mí.

Realidad: el nuevo amiguito es muy insistente. Besa muy bien. Me llama todos los días a cada momento. Casi no me acuerdo del abogado. Ya no me importa si me habla o no. Es mucho mejor así. Este nuevo chico se cree muy macho y según él me está conquistando. Yo le hago creer que hace un buen trabajo. Con él me divierto mucho pero no es intelectualmente atractivo. No me importa. Pero no quiero nada serio con él.

Expectativa: estoy empezando una relación. Creo que es un buen hombre. Tenemos mucha química. Es un pervertido y me encanta. Estoy segura que las cosas pueden funcionar. Hemos prometido hacer las cosas bien. Dice que me desea en todo momento no creo que me vaya a ser infiel. No lo amo pero lo quiero muchísimo. Ya no me acuerdo de nadie más.

Realidad: extraño mi libertad. Solo pasamos peleando. Él piensa que las cosas se resuelven con besos y caricias. Siento que me equivoqué otra vez. Hay toda una telenovela alrededor. Pero siento que lo amo. Bueno… No sé si lo amo pero igual le digo que lo amo. Descubro que me engaña. Lo engaño también. Definitivamente esto no puede ser amor. Debemos terminar. Decido dejarlo. No puedo dejarlo. Volví a cagarla otra vez. ¿En qué me he metido?

Expectativa: necesito ocuparme de mi vida otra vez. Ponerle mente a mis clases, a mis sueños más inmediatos y lejanos. Olvidarme otra vez del amor, borrarlo de mi sistema. Reordenar mis pensamientos. Estar más junto a mi familia. Redescubrir mi vena literaria. Calmar mis deseos carnales. Ser fuerte y seguir ignorándolo.

Realidad: la juventud se hizo para cometer errores. Voy a regresar con él. No soy tan fuerte como a veces parezco. Ya no me importa el primero ni el segundo ni el tercero. Estoy sumergida en una especie de pasión en su estado más puro y quiero estar allí. En realidad no me importa lo que piensen mis amigos. ¿Será que el amor en exceso es malo?

Expectativa: las cosas se han calmado. Todo se solucionó para bien. Estas vacaciones decembrinas me han sentado bien. Voy a comer como loca para que no me sigan diciendo que estoy muy flaca. Estoy con mi familia completa. Estoy feliz…. ¿y él? Pues… la verdad si lo quiero aunque esté loco.

Realidad: es un año nuevo. Y mi último en la universidad. Él es un completo idiota. Y por alguna razón ya no me siento la misma. Es alguien que no vale la pena. Las cosas han cambiado en mi vida. Me siento muy decepcionada. Siento que tomé muy malas decisiones y estoy pagando las consecuencias. A veces lo extraño. A veces me extraño a mi misma. A veces ya no sé quién soy.

EXPECTATIVA: tengo que ser fuerte para mantener mis decisiones. Abrir los brazos a todas las oportunidades que se me presenten. Olvidarme de cada tonto que me hizo llorar. Ser responsable y más puntual. No debo insultarlo cuando ande borracha. Debo tratar de bailar más y beber menos. Debo dedicar más tiempo a mi familia. Quiero volver a hacer ejercicio. Ahorrar más y comprar menos. Tengo que tener fe, paciencia y humildad. Tengo que ser agradecida con la vida. ¿Y el amor? Pues él sabrá cuando llegar. Debo hacer todo lo que esté en mis manos para hacer que lo escribo se haga realidad.

miércoles, 11 de julio de 2012

Lo haría otra vez…



Volvería a jugar al papá y a la mamá con aquel vecinito que más tarde se convertiría en un total desconocido.

Volvería a emborracharme otra vez un día antes de ir a un retiro espiritual y portarme muy mal mientras las monjas duermen. Volvería a caminar bajo una gran tormenta con mis dos mejores amigos, lo haría mil veces.

Volvería a enamorarme otra vez a los diez años del hombre más lindo e inteligente que jamás conoceré en la vida.

Volvería e elegir a los hombres como mi único delirio, las mujeres son muy cabronas para intentar amarlas. 

Le volvería a dar una y mil veces el primer beso, el segundo, el tercero y el penúltimo.
Sin pensarlo dos veces, volvería a escogerlo a él como el primero si tuviese que elegir otra vez.

Sin dudarlo ni un segundo, volvería a elegir a mi mejor amigo aunque a veces no lo soporte.
Volvería a enamorarme perdidamente de mi profesor de la universidad. Volvería a sentirme así, tan feliz, tan infeliz, tan afortunada, tan idiota.

Volvería a escribirle todos esos cursis poemas que ahora no puedo ni leer porque me da vergüenza.

Volvería a besar al ex de una amiga, volvería a enamorarme de él, volvería a hacerle el amor, una y otra vez…

Volvería a mandar a la mierda a cualquiera que me diga que debo de tener unas tetas más grandes para ser más bonita.

Volvería a colgarle el teléfono una y otra vez y cagarme de la risa y del llanto después.

Sin dudarlo por un momento, volvería a hacer todas las locuras que hice por amor, como escaparme los fines de semana, mentir, gritar, besar hasta el hastío, desvelarme con el BlackBerry, sentir que el día tiene pocas horas.

Volvería a besarme con otro delante de él, volvería a agarrar a otro de la mano, con tal de ver esa cara otra vez, esa sensación de placer al ver que al menos una vez sufrió lo que yo sufrí al enterarme de sus amoríos.

Volvería a llorar otra vez, a tragarme todas mis palabras, a tirar mi orgullo en las corrientes del río
Patuca, a cometer las mismas pendejadas por las que sufrí tanto.

Volvería a gastarme toda mi mesada en libros y en vestidos. Volvería a probar la mota y sentirme en el aire otra vez.

Por Dios que volvería a besar esos labios que me demostraron tanto amor y cariño. Aunque sea prohibido y para algunos: abominable, aunque sea pecado, lo volvería a hacer.

Volvería a elegir la misma carrera aunque a veces me arrepienta. Elegiría una y otra vez ser una loca que le gusta escribir lo primero que se le viene a la mente.

Volvería a grabar esos videos, volvería a hacer realidad todas esas fantasías que existen en los rincones de mi perversión.

Volvería a rechazar a cualquiera que no llenase mis expectativas, a cualquiera que no me llenara como mujer, a cualquiera que no estuviera a mi mismo nivel de pensamiento. Les diría adiós sin el menor de los remordimientos.

Volvería a leer los mismos libros, a escribir las mismas pendejadas. A cometer los mismos errores que en su momento me dolieron pero que me dejaron grandes lecciones.

Los mismos raspones, las mismas cicatrices, los mismos granos, los tendría otra vez…

¿Y de qué valdría arrepentirse? Querer cambiar lo que hice y lo que fui, sería no estar de acuerdo con lo que soy ahora. Y como siempre hago honor a la sinceridad, me siento cómoda y tranquila con lo que soy, con todo y las cagadas y los trofeos, tengo veintiún años y siento que no he vivido lo suficiente, pero si he vivido intensamente…

De lo único que me arrepentiría es no haber hecho algo que en ese momento deseé hacer y por miedosa no hice, por pendeja o cobarde, eso ya no importa, lo que he hecho hoy lo volvería a hacer una y otra vez con tal de ser la misma charraluda y loca que está escribiendo estas majaderías.