Cuando desperté eran alrededor de las once de la mañana.
Tenía puestos mis bóxers. Ella estaba a mi lado, durmiendo como una piedra.
Tenía el pelo desparramado en su costado.
Todavía recuerdo cada detalle. Se
veía hermosa. Estaba completamente desnuda. La sábana solo le cubría las nalgas
y le podía ver su tatuaje en el coxis. Una flor con forma de mariposa con
tribales a los lados que yo la ayudé a escoger y se lo hizo conmigo el mismo
día que me tatué el nombre de mi madre en el antebrazo derecho. Teníamos 21
años. Su padre le dejó de hablar por dos semanas pero después se le olvidó.
Ella ama su tatuaje, pero no le gusta mostrarlo.
Cuando se despertó yo ya me había duchado. Estábamos en la
habitación de mi amigo, el dueño de la casa. Probablemente el culpable de todo
esto. Aún nadie se había levantado. Excepto nosotros dos.
Nos quedamos viendo por un buen rato sin expresión alguna.
Por dentro me moría del miedo al creer que ella pudiera pensar que lo de anoche
fue solo un impulso, algo fuera de lugar, lo que suele suceder entre dos
personas alcoholizadas. Los pensamientos me hacían mierda. Y ella seguía sin
decir nada.
-Llevame a mi casa.- me alcanzó decir con la voz de recién
levantada.
-Ok.-le dije sin decir nada más.
Todo el trayecto hacia su casa fue el silencio más incómodo
de mi vida. Sentía que me habían cortado la hombría, los huevos pues. ¿Dónde se
fue el hombre que ayer se atrevió a besarla y hacerla mujer? Me sentía un
marica. Pero realmente no podía decir nada. No quería arruinarlo. No quería
perderla.
Quizás ella sentía lo mismo. Al dejarla en su casa el
“adiós” estuvo de más. No nos hablamos durante dos semanas y ha sido la peor
angustia de mi vida. Ante lo que pudo ser lo mejor que me pudo pasar, no dormía
al creer que fue todo lo contrario. Una cagada con desastres de alcances
descomunales. Sentía que perdía a mi mejor amiga, a una parte de mí.
Justo antes dos días antes de mi cumpleaños, inesperadamente
ella me habló. No me avergüenza decir que ella tiene más pantalones que yo. A
su lado siempre fui un cobarde pero no había terminado de ser tan estúpido.
Quedamos de vernos en mi casa para aclarar las cosas y
tratar de recuperar nuestra complicidad, nos extrañábamos y ninguno de los dos
lo negaba. Pero culpo totalmente a las hormonas. Cuando la veo con sus vestidos
me vuelvo más pendejo de lo usual. Me gusta creer que a ella le pasaba lo
mismo. Hicimos el amor ahí mismo, en la sala y semidesnudos, de nueva cuenta
sin protección en los genitales ni en el corazón. Por primera vez escuchaba
venirse a una mujer sin que lo fingiera. Y se me hacía mucho mejor que fuese
precisamente ella, la mujer que amaba.
Cuando se terminó de vestir se dejó caer otra vez en el sofá
y empezó a llorar. Sabía lo que me iba a decir, casi podía leer su mente y
adivinar sus palabras. Realmente no la quería escuchar pero fue necesario.
-¿Qué va a pasar con mi novio? Esto está mal…-me dijo como
si realmente le preocupara.
-Pensé que ya habías terminado con él.- le dije
sarcásticamente pero sin esconder mis celos.
-No es fácil…- me dijo mientras se ponía en pie y me daba un
beso. – pero no te quiero perder.
Esas palabras bastaron para decirle aunque fuese de mala
gana que su novio no era un problema para mí. Le dije que se tomara su tiempo y
que algún día sabría tomar la mejor decisión. Le mentí sobre lo que en realidad
sentía pero de alguna manera sabía que ella no me elegiría a mí. Me puse la
camisa de amante furtivo, tan inocente como pendejo, pero supongo que así nos
comportamos los hombres cuando perdemos la cabeza por una mujer y ella valía
eso y mucho más.
Nos sumergimos en una pasión absoluta. Donde no reinaban
nada más que las risas, el buen sexo y largas conversaciones sobre Mel y
Micheletti, los católicos y los evangelios, los condones y el puro pelo, de los
abogados y los santos. Casi nunca estábamos de acuerdo en algo. Pero en el
fondo sé que ella siempre tenía la razón pues ella ha leído más que yo.
Mi placer total era verla cocinar el desayuno para mí. Las mañanas
eran lo mejor del día. Después de tomar el último sorbo del jugo de sandía que
ella misma preparaba, nos íbamos a mi cuarto, o al baño, a la sala o en la
misma cocina para tener relaciones hasta el cansancio. Era como una deliciosa
rutina que parecía no tener fin.
Las noches eran del otro man. Aunque a decir verdad era yo “el
otro”, pero por ratos lo olvidaba. Conmigo pasaba más tiempo y sé que con él no
tenía tanta intimidad como la tenía conmigo. Nunca se lo pregunté a ella por
respeto, pero lo presentía. Esos fueron tiempos felices e infelices por ratos.
Pero para desgracia de los románticos y fortuna de los
malvados, todo lo bueno algún día simplemente deja de existir… íbamos en mi
carro a toda velocidad por el anillo periférico, cuando era más joven mi único
hobbie en el mundo era competir en carreras y andar vagando en todos lados con
mi carro, haciendo pintas, siempre con mi cómplice, por supuesto, quien me
acompañaba a casi todos los eventos. Pero los años, mi carrera y las angustias
de mi madre me obligaron a dejar a un lado ese costoso y suicida pasatiempo.
Fue un viernes en la madrugada, veníamos de bailar, de su
lugar favorito. Creo que íbamos a 160 Km/h, hacía mucho que no corría así y
sentía la adrenalina otra vez por mis venas. Ella se agarraba fuerte de mi
pierna y cerraba los ojos pero con mis burlas se hacía la valiente y trataba de
ocultar su preocupación. Nos estacionamos en una gasolinera, entré a comprar un
six y cuando regresé la encontré hablando por teléfono, estaba alterada y con
los ojos llorosos… se llevó el dedo
índice a los labios en señal de que no hiciera bulla y tenía esa mirada
angustiosa… y sí, no pensaron mal, era con ese semejante hijo de la gran puta
que estaba discutiendo.
Me salí otra vez del carro y me subí en el techo del mismo. Empecé
a tomarme las cervezas como si fueran nada mientras escuchaba como le mentía a
su novio. El oficial. El que le hace el amor legalmente. La escuché decirle “te
amo” dos veces y mi poco conciencia y amor propio me recordaban el lugar que
tengo, el que yo mismo me di. Al poco rato ella dejó de hablar y las cervezas
se deslizaron por mi garganta como una corriente, entonces fui a comprar otro
six, quería agarrar valor para mandar todo a la mierda junto con ella.
CONTINUARÁ….
Excepcional... ¡Te admiro! :) 10/10
ResponderEliminarGracias Lorenzo. Siempre lindo vos
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarSos un exito
ResponderEliminargracias!
ResponderEliminarbuenisimo suba la otra parte estoy ansiosa por saber el fin, me parece estar escuchando la historia de un par de amigos, es excelente escritora la felicito
ResponderEliminarmuchas gracias, ya mañana la subo
EliminarPara cuando la otra parte???! :O
ResponderEliminarEsto está buenisimo, espero no olvidarme de leer la tercera parte... Sigue así.
ResponderEliminarque buena historia felicidades :) espero con ancias la siguiente parte
ResponderEliminarExcelent te felicito creeme q me senti el tipo q se tomaba las cervezas...
ResponderEliminarcuando va a ser la publicación de la tercera parte?
ResponderEliminarExceltente. Tiene Realidad, Amistad, Amor, Mentira, Hormonas...de todo...y el don de saber transportar a tus lectores. Me gustó.
ResponderEliminarMUCHAS GRACIAS A TODOS, LA TERCERA PARTE YA ESTÁ ESCRITA, DENTRO DE POCO LA PUBLICO
ResponderEliminarMuy buena, como dice crizz504, usted tiene Don de transportar al lector, y mas cuando se trata de una historia hondureña, y un tema que quizás nos ha pasado a muchos.
ResponderEliminarY la verdad espero la tercera parte con ansias.